O conflito da pesca atópase na segunda semana de agosto nunha calma tensa. Os vapores de pesca seguen sen saír do porto a faenar, pero sí o fan as traiñeiras levando como tripulación aos folguistas, seguindo as instrucións da sociedade obreira. Polo tanto, non hai escaseza de peixe na cidade e éste vai xa a un prezo normal, pero non se exporta a Madrid e outras localidades polo paro nas fábricas de xeo e caixas, o que afecta fundamentalmente aos armadores ou, alomenos, a unha parte dos mesmos.
O xornal El Noroeste, no exemplar de 9 de agosto de 1906, da a nova da chegada de vapores holandeses para faenar na costa galega, que completará no exemplar do día seguinte (10 de agosto de 1906) coa nova de que descargarían o peixe en portos portugueses.
Nese escenario, os armadores deciden facer saír a algún dos seus vapores a faenar con tripulación formada por crebafolgas. Elixidos polos armadores a sorteo, serían os vapores do “bou” Espartero, Oregón, Tritón, Geró e Gladiator, os que partirían de porto o luns 13 de agosto.
A decisión dos armadores e a actitude e comportamento do novo gobernador civil, Altamirano, volven a tensar a situación nos peiraos e na cidade. Así o describe o xornal El Noroeste, no seu exemplar do día 14 de agosto de 1906:
El primero de los buques citados se hallaba en el puerto de la Coruña. Los demás habrán salido de Ferrol unos y de Finisterre y de algún otro puerto los demás. Fijamente no se sabe adónde habrán ido a buscar tripulaciones.
El Oregón y el Tritón tenían las suyas completas, aunque desembarcadas. La sociedad Pesquería Gallega, a que pertenecen ambos barcos, continuó pagando el sueldo a los marineros; pero al tratar ayer de que se reembarcasen parea salir a la mar, éstos se negaron a ello.
El Espartero tenía contratados a siete “esquirols”, de los cuales seis se embarcaron a eso de las dos de la tarde.
Cuando iba a hacerlo el séptimo, que es un marinero de Sada, llamado Juan Pampín Pena, los huelguistas se dieron cuenta de ello y fueron a impedirlo.
Entre varios cogieron a Pampín y lo llevaron a la sociedad de marineros en donde le convencieron de que debía hacer causa común con sus compañeros los huelguistas.
Los inspectores de policía Sres. Pepín y Montoya, a quienes debemos estas noticias, dieron cuenta por teléfono al gobernador civil de lo que ocurría y pidieron auxilio al cuartel de la benemérita, en donde se hallan reconcentrados 62 guardias en previsión de que su auxilio sea necesario.
Después fueron los dos inspectores a bordo del Espartero para interrogar a los tripulantes. Todos manifestaron que se habían embarcado sin que nadie tratase de ejercer sobre ellos coacción alguna para impedirlo.
Entre los documentos de los enrolados en dicho buque tenía el capitán del mismo los del marinero Pampín.
Más tarde, los mismos inspectores interrogaron a este marinero quien negó que le hubiesen llevado a la sociedad a la fuerza.
Díjoles que había dejado de embarcarse voluntariamente, sin necesidad de que nadie le hiciese indicaciones en ese sentido, y que aunque no estaba asociado, pensaba asociarse ayer mismo.
En vista del telefonema de los inspectores, el teniente de la benemérita Sr. Romero salió del cuartel seguido de un trompeta, y ambos cruzaron a caballo por la zona de puerto, tranquila entonces, como lo estuvo todo el día, y se dirigieron a recibir órdenes al Gobierno civil.
Poco después, el gobernador y el teniente coronel del benemérito cuerpo marcharon en coche hacia Garás, recorrieron también la zona del puerto y regresaron por la calle de Linares Rivas al Gobierno.
Parece que el Sr. Altamirano tenía el propósito de rodear de guardias civiles la sociedad de pescadores y prender a cuantos estuviesen dentro; pero en el trayecto lo pensó mejor y antes de dar este espectáculo decidió llamar a su despacho a la junta directiva de dicha sociedad.
A las seis se celebró la entrevista; el Sr. Altamirano recomendó a los huelguistas que se mantuviesen dentro de la más perfecta corrección, amenazándoles con emplear con ellos el mayor rigor si cometían alguna transgresión de la ley.
Uno de los huelguistas se permitió contestarle que el llamamiento y las admoniciones de la autoridad parecían una provocación y entonces el gobernador le replicó con energía que no estaba dispuesto a tolerar que así se calificase su proceder.
-Yo no provoco -díjoles-; aconsejo y advierto; y a los que falten a su deber los recluiré en la cárcel sin consideración alguna.
Prohibióles además reunirse sin participarle con la antelación debida el motivo de la reunión.
Los pescadores le manifestaron que todos los gobernadores les habían autorizado para constituirse en sesión permanente, pero el señor Altamirano les contestó que él no lo tolera pues quiere saber oportunamente el objeto de cada reunión.
Ayer mismo solicitaron permiso para celebrar sesión ocn las pescaderas, pero como no decían el objeto para que se reunían el gobernador no la autorizó.
Los huelguista dijéronle que los armadores son más de 20 y se estaban reuniendo diariamente sin que la autoridad lo impidiese.
El gobernador les encargó que le formulasen la denuncia en regla prometiéndoles que enviaría un inspector a las reuniones.
El Espartero salió de madrugada a la pesca.
Espérase que regrese esta tarde, lo mismo que los demás buques que reanudaron las faenas de pesca.
Para proteger el desembarque y venta del pescado se adoptarán las convenientes medidas.
El gobernador trajo instrucciones de Madrid respecto de la huelga. No intervendrá para solucionarlo, en el pleito pendiente entre armadores y tripulantes; pero protegerá la libertad del trabajo con los 62 guardias civiles y los agentes de policía que tiene a sus órdenes, impidiendo con rigor toda tentativa de coacciones.
A media tarde regresaron a porto os vapores que saíran a faenar, con pouca pesca, e tiveron que desembarcar o peixe con protección policial, garantida polo novo gobernador civil, como así fixera saber ás pescadeiras esa mesma mañá. O propio gobernador Altamirano estivo no porto vixiando a descarga. Parte da pesca foi enviada a Madrid, con caixas e xeo da Refinería de petróleo, como recolle El Noroeste de 15 de agosto de 1906, o que provocou a reacción dos traballadores desta fábrica en solidariedade cos mariñeiros en folga:
El Geró y el Gladiator acondicionaron sus merluzas en cajas, para lo cual trajeron dos carros de hielo de la Refinería de petróleo y las enviaron a la estación de ferrocarril para exportarlas a Madrid.
El hielo fue transportado bajo el amparo de una pareja de la guardia civil.
(…)
Los barcos se dispusieron a salir nuevamente a la mar, y para ello mandaron a buscar hielo a la fábrica de petróleo.
El ingeniero director de la misma, D. Lorenzo Villar, fue recorriendo los talleres para que los operarios cargasen las cajas en los carros; pero los operarios se negaron a hacerlo, por lo cual los despidió a todos, lo mismo a los de la fábrica de hielo que a los de la Refinería de petróleo. Son cuarenta y tantos los que, por solidaridad con sus compañeros pescadores huelguistas, se quedaron ayer sin trabajo, despedidos de la Refinería de petróleo.
No número do 16 de agosto de 1906 do xornal El Noroeste, ao final da crónica dos feitos, fai un pequeno resumo da situación nese momento:
“Siguen los pescadores observando una actitud de gran prudencia.
Suponen que la Refinería de petróleo no podrá seguir trabajando porque se generalizará allí la huelga; creen que no habrá más hielo que el que está almacenado en dicha Refinería, pues ni la fábrica de Jaspe, ni la de Casado podrán facilitarlo sin riesgo de huelga en sus talleres; y esperan que los metalúrgicos se negarán a trabajar en reparaciones de los vapores del bou.
También suponen los huelguistas que no se harán cajones para exportar pescado y que esto se notará cuando se agoten las existencias que ahora tienen los armadores.
Por lo demás, se resignan a ver trabajar los bous, porque nada pueden hacer contra la fuerza pública al servicio de los armadores y de la ley; pero afirman que ensayos como el de ayer durarán poco, porque la solidaridad entre los trabajadores habrá de imponerse más o menos pronto, porque escasearán los medios de aprovisionamiento de los barcos y porque las propias mujeres que se han independizado y han acudido al gobernador pidiendo protección para seguir comprando y vendiendo pescado, acabarán por hacer causa común con los marineros y por no comprar a los bous ni una sola merluza.
Con esta confianza, los huelguistas se dedican a pescar en los barcos-pareja y en las traineras y a esperar tranquilos la hora del triunfo de sus pretensiones.
Por su parte, los armadores, alentados por un estado de opinión que no les es desfavorable, fortalecidos por el concurso de la autoridad, y disponiendo, como disponen, de tripulaciones y de elementos para su industria, están resueltos a sostener con firmeza su propósito de no transigir con los huelguistas, ni reconocer la sociedad de pescadores, ni obligarse a tener en sus buques marineros asociados.
O día 15 de agosto, tamén a Sociedade de cajonistas e aserradores celebra unha reunión para tratar a folga nas fábricas de xeo de Jaspe e Mesa, acordando prestar “apoyo y protección” aos traballadores en folga. Pero fronte a estas mostras de solidariedade a resposta patronal son novos despedimientos, e o xornal El Noroeste de 18 de agosto de 1906, relata algunhas:
Obreros despedidos
El maestro herrero D. Juan Chás, siguiendo la conducta observada por el director de la Refinería de petróleo, despidió ayer a los obreros que trabajaban en sus talleres, por haberse negado a hacer reparaciones en uno de los barcos del bou.
Parece que el Catalán y el Sr. Solórzano piensan seguir igual procedimiento con sus operarios si éstos se resisten también a trabajar para aquellos vapores.
Nos días seguintes, esos despedimentos continúan nas fábricas citadas e motivan que o día 19 de agosto de 1906 teñan lugar xuntanzas das Sociedades de metalúrxicos ou de “cajonistas y aserradores.
Los cajonistas
La Sociedad de cajonistas y aserradores, que es independiente de la de carpinteros, celebró reunión el domingo y adoptó los acuerdos siguientes:
Declarar traidor al compañero Jesús Rabuñal, empleado de la Refinería de petróleo.
Declarar el boycottage a la taberna de Garás titulada el Trust, porque surte a los esquirols del bou; y al fabricante Sr. Jaspe, por lo que se refiere a trabajos de carpintería, porque hace causa común con los armadores.
Asociar al compañero que está encargado de la fábrica de cajones de Bermúdez y Compañía.
Y nombrar una comisión permanente que se ocupe de la huelga planteada por los asociados y de la que forman parte Antonio Monasterio, Santiago Losada, Francisco Canosa, Francisco Paz, Enrique Morales, Baltasar Paz, José Sande y Ramón Jaspe.
Los metalúrgicos
También se reunieron el domingo los obreros en hierros y metales.
Eligieron nueva junta directiva, nombrando presidente a Enrique Naya, secretario Rogelio Souto, vice José Bustamante, tesorero Marcelino García, contador Vicente Ramos y vocales I. de la Fuente, J. López, M. Martínez y Alfonso Prado.
Acordaron publicar un comunicado explicando las causas de la huelga para que se sepa que son los patronos los que los despiden; autorizar el nombramiento de comisiones que gestionen en Ferrol la solidaridad de sus compañeros de oficio, y secundar a los pescadores en sus trabajos para que las mujeres no continúen sirviendo los intereses de los armadores del bou.
O xornal El Noroeste négase a publicar o contido do comunicado dos compañeiros metalúrxicos, pero nos deixa datos da situación dos compañeiros nesas datas:
“El viernes (17 de agosto de 1906) empezó el lanzamiento de obreros en los talleres de los Sres. Solórzano y Chas, el sábado, siguió en los de Ortiz, y ayer lunes acabó en los de Fernández y Compañía.
Huelgan 160 obreros de esas fundiciones porque se negaron a trabajar para el bou, como antes sus patronos se habían negado a hacer trabajos para los vapores-parejas identificados con los pescadores huelguistas.
Los obreros de estos oficios son en la Coruña 230; pero los 70 que siguen trabajando lo hacen en los talleres y fraguas modestísimos de la localidad“.
Este pulso entre folga obreira e peche patronal aparece resumido na crónica de El Noroeste no seu exemplar de 20 de agosto de 1906:
La lucha pacífica
Las exhortaciones a mantenerse en los límites de la legalidad, no han sido estériles.
La huelga se generaliza por efecto de la solidaridad de los obreros y también de los patronos, pues ahora ya no son los trabajadores los que declaran el paro, sino que se lo imponen los patronos obedeciendo a un plan que han concertado, al amparo de la ley, para garantía de sus industrias, amenazadas por las constantes reclamaciones de la mano de obra.
Este concierto patronal, secuela de la escritura que había unido en sociedad defensiva a los armadores de los 17 barcos del bou, comprende a los fabricantes de hielo, a los fabricantes de cajones para envases de pescado, a los dueños de talleres de fundición y de trabajos metalúrgicos y a los proveedores de carbón.
Todos estos patronos se han comprometido a no servir con su trabajo o con sus productos a ninguna entidad ajena a la sociedad de armadores y a expulsar de sus talleres a todos los obreros que se nieguen a trabajar para los vapores del bou
La liga patronal va dando los resultados que se esperaban de ella, pues sólo pueden adquirir hiel en las fábricas de Mesa, Jaspe y Casado, los armadores del bou, a quienes se reservan también los envases de madera, el carbón y las reparaciones que se realicen en los talleres metalúrgicos.
La solidaridad de los patronos aparece más fuerte y eficaz que la de los obreros, pues mientras ningún fabricante se presta a servir a los vaporcitos-parejas que han hecho causa común con los pescadores huelguistas ni les facilitan hielo, cajones, carbón ni medios de reparar averías, abundan los esquirols para tripular el bou y para las demás faenas del negocio.
Los obreros de las fábricas y fundiciones niéganse, por compañerismo, a trabajar para los vapores del bou, pero sus patronos los expulsan; y por eso la huelga se ha extendido ya a varios oficios y a centenares de hombres.
Sen embargo, nesas datas, aínda que hai subministro de xeo e caixas para permitir a exportación, os traballos de descarga do peixe precisarán ser realizados cunha abundante presencia policial, dada a actitude no novo gobernador ante o conflito, e comezan as detencións de traballadores. Así, o día 15 de agosto de 1906, son detidos varios folguistas acusados de tratar de evitar a carga de carbón nos vapores:
- Juan Vázquez Fuentes, de 25 años, gabarrero. Se le ocuparon un barreno, una lezna y una navaja pequeña que ocultaba debajo del sombrero.
- Vicente Leira Bolosa, de 37 años, pescador del bou.
- Ramón García Seoane, de 20 años, jornalero. Se le ocupó un cuchillo que, según dijo, pertenece a la subastadora conocida por La Risa, a quien se lo iba a dar cuando fue detenido. No es asociado.
- José Paradela Pérez, de 19 años, marinero asociado; y
- Ramón Dalmau Ríos, de 38 años, marinero también asociado. Ocupósele una navaja.
Cuando los vapores abandonaron la bahía estaba en los muelles toda la guardia civil de a pie y de a caballo que se ha reconcentrado en la Coruña y todos los agentes de policía aquí destinados, de uniforme unos y de paisano otros.
Acudió toda esa fuerza en vista de que un grupo de mujeres, entre las cuales nos dijeron que había muchas parientes de los huelguistas, comentaban con lágrimas la prisión de los marineros, uno de los cuales, el último detenido, fue llevado a la inspección atado codo con codo.
Xa á noite, continúan as detencións de traballadores cos compañeiros Francisco Fernández e José Montero, ambos mariñeiros. E seguen tamén nos días seguintes, por exemplo coa detención dun xornaleiro “José Seoane Vázquez, de 30 años, casado, natural de San Cristobal das Viñas y vecino de Vioño, porque, seguún le dijeron (ao axente de seguridade) las mujeres que estaban cargando carbón para el vapor Cenobia, las había amenazado para que dejasen de trabajar“.
A Sociedade de mariñeiros pediu a liberdade dos detidos en escrito ao Gobernador civil pero este negouse e tamén denegou permiso a esta sociedade para celebrar unha xuntanza. El Noroeste sinala que Altamirano trataba de probar a existencia de coaccións para ter motivos para clausurar a sociedade.
Unha intención que chega ao paroxismo na noite do 16 de agosto coa suposta descuberta dun complot anarquista de apoio á folga do que recolle El Noroeste do día seguinte (17 de agosto de 1906) unha crónica e mais unha columna de opinión que reproducimos na súa maior parte:
La huelga de pescadores
Una ronda clásica
La noche del miércoles (15 de agosto) al jueves (16 de agosto) fue famosa por el número de detenidos.
El capitán de la guardia civil Sr. Soneira, el teniente Sr. Romero, dos parejas de caballería, y el inspector de policía Sr. Montoya con un cabo y dos agentes se dedicaron a prender gente.
Buscaban a un marinero conocido por el Tiesito, a quien habían perseguido ya por la tarde, y a las dos de la madrugada comenzaron a hacer un recorrido por la zona del puerto, después de haber practicado en el barrio de Santa Lucía aparatosos registros domiciliarios produciendo alarma entre los vecinos.
Desde la fábrica de tabacos siguieron por el malecón.
Al llegar a la primera rampa, vieron a un pobre hombre, un viejo jornalero que custodiaba el pescado traído por un vaporcito-pareja que había arribado tarde al puerto y no pudo vender; el capitán de la benemérita le preguntó qué hacía allí.
-Cuidando de esto, señor – le contestó el interrogado.
-¿Tiene usted algún documento que le acredite de tal vigilante?
-No, señor; me pagan por hacer este servicio, y no me exigen ningún requisito.
-Bueno; pues se marcha usted inmediatamente o lo llevo detenido.
Y el pobre guardián, ante el temor de ir a parar a la prevención, dejó la vigilancia del pescado y se retiró para su casa.
Siguió la ronda hasta el kiosco de bebidas establecido en el muelle de Linares Rivas.
Allí dormía un hombre. Se le hizo levantar, se le interrogó contestó que estaba encargado de la vigilancia de mercancías, pero como tampoco tenía documento alguno que le acreditase de tal guarda, quedó detenido por el momento, si bien luego se le dejó en libertad.
Más adelante, donde se halla apilado el carbón en grandes montones, el capitán de la benemérita y sus acompañantes encontraron a dos hombres que dormían dentro de un cajón de los que se destinan a conducir carbón en los carros. Uno de estos hombres era el Tiesito, a quien se buscaba.
El Sr. Soneira los despertó y los sometió a un interrogatorio parecido al que habían hecho a los otros dos guardianes.
-Vigilamos el carbón por orden de los dueños del mismo – contestáronle.
-A ver; credencial o nombramiento que lo acredite.
-No tenemos de eso, ni lo hemos tenido nunca; esto es un servicio puramente particular.
-Pues detenidos.
Y los dos individuos pasaron a hacer compañía, en los calabozos del Gobierno civil, a los cinco detenidos por la tarde.
En el almacén de cemento armado de la Junta de Obras del puerto, debajo del cobertizo que mira al mar, se hallaban el sereno de la Junta y el dependiente del resguardo de consumos conversando amigablemente.
Hasta ellos llegó la ronda, y el capitán que la mandaba preguntó al sereno qué hacía allí.
-Cuidar del almacén y de las mercancías aquí depositadas; soy el sereno de la Junta de Obras del puerto -le contestó.
-¿Tiene usted credencial?
-No, señor; pero tengo las llaves del almacén que acreditan que estoy encargado de su custodia.
-Bueno; pues, o se retira usted o lo prendo.
El guardia de consumos interviene en favor del vigilante.
-Señor capitán -dice-; me consta que es el sereno que tiene esto a su cuidado.
-Y V. ¿quién es? -le pregunta el Sr. Soneira.
-Ya lo vé V.; un dependiente del resguardo de consumos.
-¡A ver la credencial!
-No la tengo aquí; pero me abonan la gorra y la chapa.
-¡Venga esa tercerola! Y ahora opte V. por retirarse o por ir detenido a la prevención.
Consumero y vigilante, viendo las cosas mal paradas, decidieron marcharse a sus domicilios; pero el segundo, al llegar cerca de la calle de Garás, se acordó de que quedaba el almacén abierto y volvió.
-Mire V., Señor capitán – dijo presentándose a éste- que el almacén queda abandonado, con las puertas abiertas, y que yo no respondo… Tengo aquí las llaves y podría dejarlo cerrado.
El Sr. Soneira le obligó a marcharse, y por sí mismo corrió el cerrojo del almacén, encargando al carabinero de su vigilancia.
La tercerola del agente del resguardo quedó depositada en la inspección, de donde ayer la recogió la empresa de consumos, en unión de otras dos ocupadas a otros tantos vigilantes nocturnos que corrieron la misma suerte en sus diálogos con el capitán.
Ni los serenos municipales
A todo esto eran cerca de las cuatro de la madrugada.
El capitán de la benemérita y su acompañamiento seguían escudriñando a lo largo del malecón, y en sus investigaciones llegaron al Pabellón Lino, detrás del cual está la casilla del carabinero.
Este se había quedado dormido y el señor Soneira le reprendió por tal falta preguntándole a la vez por su compañero de servicio.
El carabinero comenzó a explicarle que su compañero se había retirado enfermo, pero como balbuceaba, sobrecogido de temor, y se le entendía mal, intervino un sereno del Municipio que estaba allí próximo pretendiendo explicar la ausencia del otro carabinero.
-¿A usted quien le llama aquí? ¿Quién es usted?
-Ya lo ve usted; un agente del municipio.
-¿Tiene usted credencial?
-No, señor; me basta el uniforme para acreditar mi personalidad.
-Es que ese uniforme puede ser un disfraz. Queda usted detenido.
-Perdóneme usted; yo no me dejo prender; estoy cumpliendo un servicio, y sólo por la fuerza abandonaré mi puesto.
Y diciendo esto preparó la tercerola para defenderse.
Entonces el capitán requirió el concurso de los guardias que le acompañaban, y el sereno, sometido a la ronda, rindió el arma y se entregó, pero protestando de que se rendía ante la superioridad numérica.
Otro sereno, apellidado Villar, acercóse al lugar de la escena atraído por lo inusitado del suceso, y como no sabía de lo que se trataba, preguntó si eran necesarios sus servicios.
-¿Qué viene usted a buscar aquí? ¡Preso también! – dijo el capitán de la benemérita.
Y los dos agentes de la autoridad fueron llevados a la inspección, en donde sólo quedó Concheiro, pues a Villar se le dejó en libertad sin duda por haber manifestado durante el trayecto que procedía del cuerpo de la guardia civil.
El sereno Villar dió parte al jefe de la ronda municipal Sr. Deza de lo que ocurría, y éste se presentó inmediatamente en la inspección pero no pudo obtener la libertad del agente Concheiro; al contrario, el capitán Soneira le despidió diciéndole que su intervención allí no era necesaria.
El alcalde y el gobernador.
En vista de esto, el citado jefe de la ronda se dirigió a la casa del alcalde para poner a éste al corriente de los acontecimientos.
Eran entonces las seis de la mañana. El señor Sánchez Anido se levantó del lecho e inmediatamente dirigió un oficio al gobernador protestando contra la detención del agente Concheiro y pidiendo su libertad.
Después visitó en su despacho al Sr. Altamirano y le expuso que la detención, arbitrariamente hecha, constituía un abuso de fuerza y un agravio a la autoridad del alcalde y al Ayuntamiento.
Manifestole además que con los procedimientos de violencia puestos en práctica, el gobernador sólo iba a conseguir que la opinión, hasta ahora adversa a los huelguistas, se les tornase favorable, pues entendía que no era necesario recurrir a tales extremos para que cada cual cumpla con su deber sin faltar a la ley.
Como en el atestado que levantó el capitán de la benemérita se consigna que el guardia Concheiro le desacató, el alcalde dispuso la instrucción del oportuno expediente para exclarecer debidamente si el agente cometió o no ese delito.
De instruir el expediente se encargó el secretario del Ayuntamiento Sr. Cid Pombo, y sin perjuicio de lo que de las actuaciones resulte, el alcalde, después de oir a Concheiro, le felicitó por su proceder.
Orden de libertad
A las doce de la mañana, el gobernador civil, después de la entrevista que con él celebró el alcalde, dió orden de que se pusiese en libertad al guardián Concheiro y a los dos hombres encargados de custodiar el carbón que también fueron detenidos y que se llaman Francisco Fernández y José Montero, alias Tiesito.
Los otros cinco que habían sido detenidos por la tarde permanecieron en la inspección hasta las dos de la tarde de ayer en que igualmente se les echó a la calle.
Impuso el Sr. Altamirano a cada uno de éstos la multa de 75 pesetas, no sabemos si por blasfemos o por alguna falta de las que el gobernador puede castigar multando.
Los multados son: Juan Vázquez Fuentes, Vicente Leira Bolosa, Ramón García Seoane, Juan Parada Pérez y Ramón Dalmau Ríos.
Un falso complot
Anteanoche, mientras la retreta militar circulaba por las calles, en el despacho del gobernador civil se reunían, convocados por el Sr. Altamirano, el juez de instrucción Sr. Golpe, el capitán de la guardia civil Sr. Soneira y el teniente del mismo instituto Sr. Romero.
La entrevista, misteriosa y trascendental, la originaba un oficio del teniente coronel de la guardia civil Sr. Pérez González comprensivo de una alarmante confidencia, según la cual en la casa número 42 de la calle de Santa Lucía, lugar conocido por el Penal, y donde se halla establecida una barbería, se estaban fabricando bombas explosivas, por cuenta y riesgo de los pescadores huelguistas, para emplearlas contra los vapores del bou, contra los armadores y contra la fuerza pública.
Tomada en consideración por el gobernador la confidencia que le trasmitía el jefe de la benemérita, fue requerido el juez para librar auto que permitiese penetrar en el domicilio sospechado de antro anarquista.
El Sr. Golpe expidió el auto judicial para el capitán Sr. Soneira y éste y el teniente Romero y el inspector Montoya recibieron del gobernador instrucciones para la práctica del importante servicio que se les confiaba.
La ronda nocturna de anteanoche se constituyó, pues, para practicar un registro domiciliario y para capturar a un barbero peligroso.
Tal vez por eso ha sido tan perseguido el Tiesito que dormía al arrullo de la pila de carbón y fue llevado a la inspección de policía. El Tiesito ha sido barbero y acaso se le sospechó dinamitero; pero deshecho el error, el Tiesito fue puesto en libertad.
Pues bien, la odisea del capitán Soneira y de sus compañeros de ronda, tuvo por base una confidencia falsa.
El registro de la barbería del número 42 de Santa Lucía, se llevó a cabo con todas las reglas del arte, pero dió resultados absolutamente negativos.
Alabemos a Dios, y a las autoridades de todos los órdenes, pues si llega a haber en la Coruña policía, y lo que no es policía, como ha habido alguna vez en Barcelona, anteanoche hubieran aparecido en la casa registrada o en cualquier casa de cualquier pacífico vecino, bombas y ácidos y proclamas y todos los elementos decorativos de un teatral servicio de pesquisición, suficiente para meter en la cárcel a los que estorbasen y para obtener del Gobierno cualquier recompensa.
Falsa la confidencia y fracasado el servicio que con tanto celo había proyectado el gobernador, la ronda mixta de guardia civil y vigilantes recorrió los muelles y llevó a cabo las detenciones que quedan narradas.
Dos versiones
De los episodios de la madrugada de ayer en que aparece como protagonista el capitán Soneira hay naturalmente dos versiones, la oficial y la particular.
Según la versión oficial, el capitán Soneira echó de los muelles a las personas que le parecieron sospechosas, se apoderó de tres tercerolas de tres agentes de resguardo de consumos, porque éstos no le exhibieron la credencial que les acreditase como tales, y detuvo a dos jornaleros que dormitaban en las carboneras, porque no contestaron satisfactoriamente a su interrogatorio y también detuvo a un sereno municipal porque le replicó con altanería y no le exhibió el nombramiento de agente de la autoridad.
Esto es, poco más o menos, todo lo que el propio capitán Soneira dice al gobernador en un oficio en que le da cuenta del desempeño de su cometido nocturno.
La versión particular no difiere en su esencia de la oficial, pero se ajusta a la reseña que antecede. Nosotros no podemos aseverar que sean absolutamente auténticos los diálogos que reproducimos.
Lo que si afirmamos es haberlos oído de labios de testigos presenciales. En otro caso no los consignaríamos.
Algo de expectación.
Las confidencias policiacas, los complots tenebrosos, los registros domiciliarios, las rondas nocturnas, las detenciones frecuentes, la reconcentración de fuerzas de la guardia civil que deja desguarnecidos casi todos los puestos rurales de la provincia y la actitud de las sociedades obreras que anoche, en comisión compuesta por más de cincuenta individuos, recorrieron las calles, fueron al Gobierno y visitaron las redacciones de los periódicos, han promovido una general curiosidad.
La opinión pública presiente que va a ocurrir algo, espera algo y, aunque sin inquietud, observa y comenta.
Las faenas del puerto y de la pesca se realizan con regularidad y sin embargo hay en la atmósfera algo indefinible.
Acaso el aparato de fuerza armada contribuya a fomentar esta espectación que notamos. ella existe. Con el transcurso del tiempo veremos si queda defraudada.
A columna de opinión no mesmo xornal, partindo dos “fantásticos” sucesos da noite anterior, incide na lexitimidade e a legalidade das actividades a prol da folga dos traballadores e das sociedades obreiras:

LO LÍCITO Y LO PUNIBLE
Ayer de madrugada ocurrieron en la población sucesos estupendos.
Un capitán de la guardia civil, comisionado por el gobernador de la provincia para descubrir un fantástico complot anarquista y dinamitero, constituyó una ronda volante con un teniente, varios guardias de a caballo y de infantería y un inspector de orden público y recorrió la zona del puerto prendiendo a diestro y siniestro, pescadores, guardas nocturnos de mercancías, guarda-almacenes, vigilantes de consumos y agentes municipales.
A unos les obligó a marcharse a sus domicilios incautándose de sus armas, a otros los condujo a la prevención y a todos les proporcionó un soberano disgusto.
La reseña detallada de estas ocurrencias va en otro lugar para que el público aprecie con cuanto fundamento escribíamos en nuestro número anterior leales advertencias sobre la intervención de la benemérita en los conflictos urbanos de carácter social.
El gobernador, el alcalde y el capitán general tendrán que desenredar la madeja de las competencias, fueros, uso y extralimitaciones de la autoridad que este ruidoso episodio ha originado, y fortuna será muy grande, que acierten a esclarecerlo y a resolver satisfactoriamente sus enojosas incidencias.
La opinión no sabrá, sin asombrarse, que sean posibles tales acontecimientos en plena normalidad constitucional y que no se trate de evitarlos por todos los medios que los Gobiernos tienen a su alcance.
Nosotros no queremos comentar. Si el capitán, jefe de la ronda, cumplía instrucciones oficiales y no se ha excedido, superiores jerárquicos tiene que aprobarán su conducta. Si los detenidos le han desacatado, tribunales habrá que los juzguen. Si todo ello hubiera sido un caso de arbitrariedad escandalosa, presumimos que tampoco quedará impune.
Lo que por el momento importa hacer notar para que nadie lo ignore, es que hay una terrible confusión en la estimación del delito de coacción que pueden cometer los obreros cuando se declaran en huelga, confusión capaz de inducir a error y de impulsar a las autoridades a cometer verdaderos despropósitos.
Está ocurriendo con esto de la coacción lo que antaño ocurría con las huelgas. El Código penal castigaba las maquinaciones para alterar el precio de las cosas; y las autoridades perseguían, prendían y condenaban a los obreros que se confabulaban para amenazar con una huelga si no se les aumentaba el salario.
El desatino resultaba tan monstruoso que hubo necesidad de reformar el Código -la reforma es reciente- para enseñar a los gobernadores, a los jueces, y a las muchísimas personas cultas que afectaban desconocerlo, que los trabajadores tienen perfecto derecho a confabularse y maquinar y amenazar con el paro a sus patronos, formulándoles las exigencias que la mano de obra estime convenientes.
Es, pues, lícito, está amparado por la ley, y nadie puede impedirlo, que los obreros de un oficio se busquen, se exhorten y aconsejen, ejerzan sugestión o coacción unos respecto de los otros para plantear una huelga, para extenderla, para generalizarla.
Fíjense en ello el gobernador y los jefes de la guardia civil; y se explicarán cómo los detenidos por su orden anteayer han sido puestos en libertad ayer, porque no hay motivo para elevar la detención a prisión, pues aunque se les probase que hacían gestiones públicamente para extender y generalizar la huelga, no se les podría penar ni procesar.
Hay coacciones lícitas y coacciones punibles. Es punible forzar y obligar a un semejante a hacer lo contrario de lo que quiere, si lo que quiere se lo consienten las leyes; pero de ahí a considerar delito que los obreros gestionen la huelga, la prediquen y empleen para fomentarla todos los medios de su actividad personal y de su propaganda directa sobre los compañeros y similares de sus oficios, hay un abismo que no estará de más que las autoridades lo aprecien para no extraviarse en el cumplimiento de sus deberes.
Seguimos, firmes en nuestro criterio de no apasionarnos, de juzgar libremente con abstención de los intereses de las dos partes beligerantes, aconsejando prudencia, benignidad y paz.
Una mala transacción es mejor que un buen pleito, dicen los expertos en materia litigiosa. Y nosotros decimos que en las contiendas de obreros y patronos sólo la transacción es buena; y todo lo que no sea transacción es peligro, daño, trastorno, quebranto inmenso y siempre a corto plazo.
Eso por lo tocante a armadores y pescadores; pues por lo que respecta a las autoridades, debemos insistir una vez más -y ahora en presencia de hechos graves como la reunión anoche de todas las sociedades obreras de la Coruña- en la conveniencia de que permanezcan neutrales y rindan culto extremoso a la legalidad vigente, sin consentir que nadie la infrinja ni la tergiverse.
Mentres toda esta pantomima do suposto “complot anarquista y dinamitero” sucedía no porto coruñés, as operacións de carga e descarga nos buques continuaba baixo a protección militar, do buque da Armada “Marqués de Molíns” e da abudante presencia policial, aumentando a reconcentración de axentes da garda civil na cidade por orde do novo gobernador, aumentando en 60 novos gardas procedentes de Curtís, Betanzos e outros postos. Ata tal punto chegou o aumento de gardas civiles na cidade que tiveron que ser aloxados no cuartel de Atocha (daquela o Cuartel de Alfonso XII) por non quedar prazas no que a Garda civil tiña na zona de Santa Margarita.
O xornal El Noroeste do día 18 de agosto de 1906 concreta a información da reconcentración de forzas da Garda civil na cidade: “toda la quinta compañía del tercio de la guardia civil menos dos puestos. Son 96 las plazas de que esta compañía se compone y está formada por toda la línea de Ferrol, toda la de Betanzos y toda la de Carballo, o sea, 6 puestos de la primera, 5 de la segunda y 4 de la tercera“.
Pola súa banda, as Sociedades obreiras coruñesas reaccionan ao despropósito das detencións, rexistros e falsos complots tratando de falar co gobernador, pero por dúas ocasións o Sr. Altamirano foi posible a xuntanza ata o día 17 de agosto, dous días despois dos sucesos. As comisións das sociedades obreiras, compostas por máis de 50 traballadores, como temos visto, percorreron ese día (16 de agosto de 1906) as redaccións dos xornais locais para expor o obxecto da súa visita frustrada ao gobernador: que sexa respectado o seu dereito á reunión, “sin imponerles trabas ni apelar a subterfugios“.
Ao cabo, a xuntanza co gobernador celébrase o día 17 de agosto, pero non se acada ningún resultado e continúa a actitude belixerante de Altamirano fronte ás sociedades obreiras e as demandas dos traballadores, como recolle o xornal El Noroeste de 18 de agosto de 1906:
“A mediodía los representantes de las sociedades obreras visitaron al gobernador civil para exponerle las quejas de que nos hemos hecho eco en nuestro último número.
Los huelguistas dijéronle además que necesitaban reunirse para discutir las proposiciones que se presentasen respecto a la huelga, pero el gobernador les contestó que podían discutir respecto a la admisión de esas proposiciones; que una vez admitidas éstas las dejasen sobre la mesa y le diesen cuenta luego de los asuntos a que las mismas se refieran para autorizar o no que se tomen acuerdos sobre ellas.
En vista de esto, la sociedad de marineros le dirigió un oficio participándole que hoy se reunirá para dar lectura de comunicaciones, tratar del estado de la huelga, nombrar comisiones para fomentarla y resolver las incidencias que puedan surgir.“
Nesa xuntanza da sociedade de mariñeiros, celebrada coa asistencia do inspector de policía Montoya, acádanse os seguintes acordos, según recolle o xornal El Noroeste de 19 de agosto de 1906:
“Los huelguistas adoptaron los acuerdos siguientes:
Establecer el boycottage a la taberna establecida en el paso a nivel, denominada el Trust, y castigar a los asociados que vayan a comprar a ella.
Desistir del nombramiento de comisiones para fomentar la huelga.
Dirigirse a todas las colectividades obreras para que sus asociados consigan de sus mujeres que dejen de comprar pescado a los vapores del bou.
Y celebrar una reunión el lunes a las once de la mañana, a la que convocará a todas las sociedades que tengan relación con las faenas del mar, como las de cargadores, gabarreros y boteros.
Además, se dió cuenta de un oficio de la colectividad de repartidores de periódicos ofreciéndose a los pescadores para establecer el boycottage a quienes ellos dispongan”.
Ao día seguinte, o 20 de agosto de 1906, a Sociedade de pescadores celebra nova xuntanza onde deciden o seguinte:
“La sociedad de pescadores se reunión ayer a las once de la mañana en junta general y adoptó los acuerdos siguientes:
Autorizar a los compañeros que tripulan traineras para salir a la mar y seguir trabajando en las faenas de la pesca.
Convocar una asamblea general de obreros cuyos oficios se relacionen con los trabajos marítimos, como gabarreros, boteros, estibadores, cargadores y pescadores de todas las artes, para tratar de la huelga de tripulantes del bou y deliberar si procede un paro general de las aludidas faenas.” (El Noroeste, 21 de agosto de 1906)
Nesa mesma data, El Noroeste proporciona datos de traballadores afectados polo conflito, según os datos que publica no exemplar do 21 de agosto de 1906 sobre a incidencia da folga cando faltaban poucos días para cumprir un mes de duración:
“Se calcula que son 200 los tripulantes del bou desembarcados, que llegan a 500 los obreros en hierro y metales, cajonistas y jornaleros de las fábricas, despedidos por los patronos en vista de que se negaban a trabajar para el servicio de los vapores del bou.
Suponiendo que cada uno de los obreros parados contribuya con su jornal al sostenimiento de otra persona, son ya mil las que se ven privadas de elementos de vida por causa de la huelga.









Deixar un comentario