O “Motín dos Consumos”, na Coruña, en 1886 (e III)

O relato dos sucesos que fai o xornal La Voz de Galicia nese exemplar especial de 8 de setembro de 1886, que temos visto nas dúas entradas anteriores, continúa cos sucesos do día anterior á publicación, o martes 7 de setembro de 1886:


SUCESOS DE AYER.

LAS AGUAS.
En nuestra “última hora” del número de ayer decíamos que en San Pedro de Visma había sido cortada la cañería que surte de agua a esta población.
Nada más cierto; al amanecer fue desviado, no se sabe por quien, el cauce de las aguas, quedando nuestra fuentes secas.
Este hecho produjo gran alarma en el pacífico vecindario que presintió al despertar, el más terrible de los tormentos; el de la sed.
Afortunadamente a las ocho corrieron abundantes las fuentes, merced a los trabajos practicados en el lugar citado, por cuadrillas de obreros dirijidas por los señores Coronel de ingenieros y Arquitecto municipal.
A fin de que no se volviese a repetir el incalificable hecho, quedaron custodiando los referidos lugares un piquete de caballería e infantería.

PRISIONES
También al amanecer fueron detenidos, por auto judicial, y conducidos a la cárcel, los siguientes individuos:
Casimiro Gil Salinas (a) Capagatos, Pedro Martínez (a) Carne de Vaca, Domingo González Fernández, José Aneiros Castro, Eduardo Barra Freire, Vicente Boden Cruz (a) Chano, Felix Almansa (a) Salero, Juan García Gómez (afilador), Francisco Sánchez Vázquez y José Maceiras Fraga.
El señor Juez tomó declaración a estos sugetos ayer entre once y doce de la mañana.
También fueron detenidos por orden del juzgado el director del periódico El Duende don Baldomero Nache, el empleado de Hacienda don Gabriel Ríos.

VIVA EIRÍS.
Con este grito fueron saludados por las turbas los viageros que en el coche de Sada pasaban con dirección a la Coruña por el alto de Eirís a las ocho de la mañana de ayer.
Detenido el coche y rodeados los viajeros por apiñada multitud que no cesaba de gritar ¡Viva Eirís!¡abajo los consumos! a fin de evitar escenas violentas dieron aquellos los mismos gritos que los amotinados. Esto les valió que no se metiesen con sus personas, pero no libró a los equipages de un minucioso registro por parte de los cabecillas de los grupos. La leche y las hortalizas que venían en el coche para el consumo de esta población, fueron desparramadas por el suelo.
Realizada esta hazaña por los amotinados, sin que nadie les molestase durante la tarea, dejaron venir tranquilamente al coche y los viajeros; estos que no sabían lo ocurrido en la Coruña los días anteriores, venían escandalizados de los acometimientos de que habían sido víctimas.

EN LA PLAZA DE ABASTOS.
Ya en el día anterior habían las vendedoras evacuado los puestos, ya por escitación del Jefe de la Ronda muicipal que temía desórdenes y violencias, ya por la actitud de algunos amotinados, pero principalmente por la gestión bien censurable del arrendatario de los puestos públicos quien, según se dice, pretendía o pretende exigir del Municipio una indemnización por la ausencia de vendedoras en el mercado.
No es este el solo caso en que el egoísmo de algún traficante expone al público a sufrir desgraciados accidentes.

Ayer a primera hora de la mañana abriéronse muy pocas carnicerías y éstas con el exclusivo objeto de experder la carne sobrante del día anterior, la cual, por la escasez que se notaba, adquirió mayor precio, y algún tablajero llegó a expenderla a dos pesetas la libra.
Los huevos se vendieron a una peseta la docena y la pequeña existencia llegó a agotarse enseguida.
A las dos de la tarde no quedaban en la Plaa más que unas cuantas verduleras. El público en su mayoría no pudo surtirse de los ordinarios artículos de consumo.

A las dos y media se presentó al delegado de Hacienda una comisión de tablajeros exponiendo que estaban dispuestos a continuar matando reses y vendiendo carne si se les prometía aforar el ganado a tanto por cabeza y no por peso. Entienden ellos que de pesar la carne hay dos perjuicios notorios para el arrendatario y para el industrial; para ésto porque le cuestan mayor suma los derechos, pierde tiempo en la operación de pesar y llega al mercado tarde y con las carnes algo mazadas; y para el aquél porque gasta veinte mil reales al año en personal y material para verificar el peso, de cuya cantidad puede economizar la mayor parte cobrando por res y de esta economía resultará ganancia para los tablajeros. El delegado de Hcienda dijo que esta importante cuestión no podía resolverse inmediatamente. Terció en la cuestión el alcalde que asistió a la conferencia y el arrendatario de consumos y se convino en aplazar la resolución escitando a los tablajeros a que trabajasen, y prometiéndoles cobrar por cabeza de ganado y no por peso durante tres días. Efecto de esta promesa ayer se han degollado en el macelo 30 terneras y tres bueyes; pero el conflicto queda en pié, puesto que solo se procuró que haya subsistencias en estos días.

UN SUCESO DESGRACIADO.
Lo que fue sin duda alguna el pretesto de todos los conflictos que lamentamos estos días. En la anterior reseña nos hacemos cargo de un hecho acaecido en el Ventorrillo donde según público rumor hubo quien se bebió catorce copas de ginebra. Un cabo de la guardia civil hirió al labrador Antonio Paradela, de unos 40 años de edad, casado y con hijos. Este infeliz sujeto falleció víctima de fuertes lesiones en las ingles y espina dorsal y su cadaver fue conducido al cementerio de Elviña en la tarde de ayer. A consecuencia de los golpes que le propinó al muerto el citado cabo exasperáronse los vecinos de la Silva y de ahí la conducción de presos, la algarada y demás escesos que dejamos relatados.

VARIAS NOTICIAS
En las primeras horas de la mañana aparecieron desiertos los lugares de fielatos y casillas. Ningún dependiente del Impuesto quería ser el primero en ejercer las funciones de su cargo. Ya entrado el día fueron poco a poco concentrándose en un fielato y aunque el servicio no está aún del todo organizado suponemos que mañana quedará casi regularizado. Solo se han practicado aforos en el fielato de Puerta de Arriba. Las fuerzas de la guarnición custodiaban los parages destinados a los dependientes de consumos.

En el Gobierno civil hubo retén todo el día y continuó por la noche.
En el Banco de España se estableció una guardia, lo mismo que en la administración de consumos y dobláronse todas las de la Plaza.
No hay un sólo farol sano desde Monelos hasta los Cantones.
A un teniente de Artillería que caminaba por la calle del Príncipe le dispararon un tiro que por fortuna no le hirió. El mismo oficial fue cogido en las inmediaciones del cuartel por un paisano que quería sujetarle los brazos. Desasiose y hubo de desenvainar la espada infiriendo una herida en la cabeza al sujeto en cuestión que fue detenido y puesto a disposición de la autoridad militar.

La columna de infantería y caballería que al mando del teniente coroner Sr. Losada se hallaba apostada en la carretera de Castilla, aprehendió en Eirís a 42 hombres que fueron conducidos a las prisiones militares. Al pasar los presos por el Caramanchon una turba de chiquillos apedreó a la tropa. Varias mujeres siguieron a la comitiva hasta el cuartel donde la aglomeración del público dio motivo a algunas cargas, de la caballería solo justificadas por la declaración del Estado de Guerra cuya escepcional importancia no está al alcance de la mayoría de las gentes.
Los detenidos pasaron a los calabozos de Macanaz y Cárcel, y suponemos que muchos de ellos serán puestos hoy en libertad.

EL BANDO DEL ALCALDE
Próximas serían las cuatro de la tarde cuando el clásico trompetero municipal anunció al pueblo la publicación del Bando siguiente:

No era nuestro propósito censurar hoy las gestiones de la alcaldía y el municipio y sí dejar todas estas cosas, y otras, para luego que estuviesen completamente terminados los desagradables asuntos que se vienen ventilando. Pero el bando que dejamos transcrito no podemos dejarlo pasar sin algunas consideraciones que seguramente habrán asomado ya a los labios de nuestros lectores.
La cuestión puede presentarse, simplificándola en estos términos.
O para nuestro municipio era de todo punto necesario el aumento que se introdujo en la tarifa de las especies adicionadas, o el aumento, hecho a capricho y in que a estas fechas hubiese sido aprobado por la superioridad, no fue estudiado y meditado con aquella calma que es precisa para aplicar al pueblo contribuciones casi insoportables.
Si es absolutamente necesario el impuesto y además de necesario, justo, el bando revela una debilidad en las autoridades locales que puede llevarnos a conflictos continuados; y si el aumento se hizo sin meditación según es de presumir al ver que a las primeras dificultades queda abolido, entonces la responsabilidad que a estas horas pesa sobre el alcalde y sobre todo el Municipio es de esas que hunden toda reputación y dislocan toda popularidad por muy fuerte y cimentada que ella estuviese.

No comprendemos, ni puede comprender nadie que tenga conciencia sana, cómo los individuos de nuestro ayuntamiento, con su alcalde a la cabeza, han de poder continuar en sus puestos después de estos vergonzosos sucesos en los cuales cabe a dicha corporación la más grande de las responsabilidades. No hablamos ahora, no, como hombres políticos; que bien sabemos deponer ante los graves conflictos locales todo apasionamiento. Ahí están, en el ayuntamiento, amigos queridos y correligionario nuestros, y a ellos, como a todos los que forman dicha corporación, tenemos que exigirles, en nombre del pueblo de la Coruña, que pasado y dominado por completo el conflicto dejen sus puestos a personas de mása capacidad y de más energía. No atiendan los señores concejales a los estímulos del amor propio y den una vez siquiera muestras de patriotismo. Nada más honrado, nada más digno que dejar la dirección de los negocios públicos cuando no se poseen las condiciones necesarias para desempeñarla. Posible es que nuestros concejales, no experimentados en estas lides, poco frecuentes por fortuna en la Coruña, se hayan creído antes, y con toda buena fé, capaces de dominar las más difíciles situaciones; pero, ya lo ven; se han equivocado; tocan ahora los efectos de su pésima administración y reconocen su torpeza ellos mismos en el hecho de deshacer los acuerdos que habían adoptado hace escaso tiempo. No es vejatoria tal equivocación ciertamente.
Nuestros concejales se equivocaron al creerse capaces de la dirección de este pueblo y aún debemos agradecerles su error siquiera por el buen deseo que revelaba; pero tales equivocaciones, una vez reconocidas, no tienen mejor solución que la que lealmente dejamos apuntada.

Mediten mucho, lo mismo el señor Babé que sus compañeros de municipio sobre la situación en que están colocados; abran el oido a las justísimas censuras que todo el pueblo de la Coruña les dirige y comprenderán que se les impone el deber ineludible de dimitir.
Mejor y más honroso será esto que no exponerse a nuevos descalabros y exponernos a nuevos conflictos.
Y conste que estas indicaciones no son sino el principio del capítulo de cargos, todos gravísimos, que tenemos que formular sobre la corporación municipal y el alcalde de la Coruña.

Antes de terminar por hoy con los asuntos del ayuntamiento debemos citar, cual prometimos, los nombres de los señores concejales que no asistieron a la sesión extraordinaria celebrada el lunes, cuando el motín estaba en toda su fuerza.
Estuvieron en la citada sesión los señores Babé, Lamela, García Collazo, Brandao, Sevilla, Morodo, Berea y Latorre (D.Joaquin).

No fueron a la sesión los señores siguientes: Vidal, Franco, Casanova, Taibo (se encuentra en París hace algunos días) Aller, Arias Martínez (D.Manuel), Pintané, Mesa, Mayor Rivas, Illá Rouco, Sandá, Villeigas y Pan. Este último salió para Santiago el sábado; también estaban, según creemos, fuera del pueblo, pero en las inmediaciones, los señores Villegas, Illá y Quiroga; el primero en la Graña, el segundo en Vilaboa y el tercero en Albedro; mas a juicio nuestro no puede servirles de disculpa tal ausencia, puesto que desde el domingo, en que comenzaron los motines, hasta el lunes a las diez de la mañana tuvieron tiempo para acudir a donde el deber les reclamaba.
Es de notar también que de los tres concejales del barrio de Santa Lucía ninguno acudió a la sesión y eso que por ser aquel barrio, en su mayor parte, de obreros y pequeños industriales debieran los aludidos señores haber comprendido que su presencia en la sesión era del todo necesaria. Se trataba de una cuestión de consumos y nos parece que nadie más interesados en ella que los vecinos del citado barrio.
Pero aún hay más, mucho más que decir del municipio, puesto que no paran aquí las quejas que se escuchan de labios de todos los habitantes de la Coruña.
Sin embargo, nosotros hacemos definitivamente punto por hoy en este particular.

Y eso que en realidad no debemos terminar sin dirigir un ruego encarecido a la citada corporación.
Se hace necesaria, porque así lo exige el decoro del pueblo de la Coruña, que sea sustituída la guardia municipal, comenzando por su jefe don Anastasio Llamas que ha demostrado en esta ocasión que si sirve para funcionar en la casilla como juez de paz, cosa que no le corresponde, es incapaz no ya para dominar el principio de un motín si que tampoco para intentarlo.
El Sr. Llamas y sus agentes no han hecho nada, absolutamente nada en estos días como no fuese provocar con alguna inconveniencia los ánimos ya exaltados.
Pues que, el Sr. Llamas que en ocasiones ha dado muestras de regular penetración, ¿no había ahora adivinado absolutamente nada de lo que se venía tramando? Si lo sabía ¿qué medidas tomó para evitar el conflicto, ni aún para atajarlo después de comenzado? Si no lo sabía ¿qué hace en ese importante puesto ni para qué sirve, cuando de voz pública se dan por muchas personas pelos y señales de cómo y de qué manera se han engendrado y desarrollado los pasados sucesos?
La destitución y radical reorganización de la ronda municipal se impone de modo ineludible a nuestro ayuntamiento; y no ciertamente porque lo pidamos nosotros, que poco valemos, sino porque con nosotros lo pide todo el pueblo de la Coruña.
Mucho hay que decir también de las fuerzas de orden público y lo diremos todo en el próximo número, cuando nos ocupemos del papel que han representado las autoridades civiles de nuestra provincia.

A LA JUSTICIA PRENDEN
Una nota ridícula que indica el aturdimiento de nuestro alcalde.
Ocurrióle ayer dar el bando que más arriba insertamos, y sin acordarse de que estamos en estado de guerra y de que quedó ha tiempo suprimida la trompeta de los bandos, mandó pegar en las esquinas, con todas las añejas formalidades, el dichoso bando.
Por ahí salieron rozagantes y emperegilados el trompetero y el alguacil, galoneado de oro el uno con el cornetín debajo del brazo, y de punta en negro (que no siempre ha de ser en blanco) el otro, con su capilla, su
sombrero de copa, su calzón y medias, estirados su gola y sus currutacos zapatitos.
Andaban en la tarea de tocar y pegar, cuando en la puerta de Arriba fueron presos, velis nolis, por un capitán y conducidos por ocho números al Principal.
Entre risa y chacota era comentado anoche este hecho de modo bien desfavorable para nuestro alcalde.
Y lo peor de todo es que los comentadores tenían muchísima razón.

EL MATUTE
Grandes y justas son las censuras que todo el pueblo de la Coruña dirige a nuestro municipio, censuras que más arriba hemos pretendido dejar apuntadas; pero no menos grandes, ni menos justas, ni menos enérgicas son las condenaciones que salen de todos los labios contra los que aprovechándose de las desgracias y aún haciendo creer con su conducta que las engendraban y fomentaban, introducían escandalosamente en la mañana y tarde del lunes, en la noche del lunes al martes y en todo este último día, carretas y cestas atestadas de latas de petróleo, numerosos bocoyes de alcohol, cestos enchidas de sal, pesados garrafones de viino y otra porción de artículos de consumo que tienen su tarifa señalada en la ley y cuya introducción fraudulenta en circunstancias tan angustiosas, como las porque ha atravesado el pueblo de la Coruña, constituye el más horrible y el más despreciable de todos los crímenes.
No simples matuteros que visten blusa y van a salto de mata ganando de modo censurable un pan para su familia son los que han aprovechado los pasados motines. Matuteros de levita a quienes todo el mundo señala ya hoy en la Coruña como tales, han sido los que a la sombra de las desgracias sufridas por nuestro pueblo han hecho pingües y reprobables negocios. Toda la prensa lo viene indicando. Por esto escribe un periódico de la noche con toda oportunidad:
“Un grupo entreteníase esta tarde en contgar las latas de petróleo que, sin pagar derechos seguramente, entraban ya conducidas por borricos, ya por personas, en uno de los comercios de la calle Real.
¿Qué estraño es que en vista de tan escandalosos hechos haya quien sospeche y diga a voz en grito, que este motín ha sido organizado por los que a trueque de ganar algunos miles de pesetas no reparan en colocar frente a las bayonetas de los soldados a gentes ignorantes y hasta cierto punto indefensas.
Nosotros tenemos algunos datos; nos han dicho hasta los números de las casas de la calle de Garás, en las que se metía el lunes a las cinco de la tarde petróleo que desembarcaba en el muelle del mismo barrio. ¡A las cinco de la tarde, cuando las turbas quemaban las casetas de los consumos, cuando aquella multitud ignara se exponía a los ataques de la tropa que recorría nuestras calles!
Queremos y debemos confiar en que el poder judicial buscará brevemente el hilo de la burda e indigna tragedia aquí representada, y debemos esperar también que el castigo sea tan fuerte como lo exige la dignidad de un pueblo profundamente herido por los inícuos manejos de esos matuteros de levita.

Son inexactos los rumores que ayer circularon relativos a sucesos desagradables que se decían ocurridos en Cambre.
Allí, como en los alredores y casco de nuestra ciudad, no se ha alterado el orden todas las horas de la noche ni en las avanzadas de la madrugada en que cerramos esta edición.



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