Interpelación ao Ministro de Gobernación a cargo do Deputado por León Gumersindo Azcárate, na sesión do 10 de xullo de 1901



Sucesos de la Coruña.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : El señor Azcárate tiene la palabra para explanar la interpelación que tiene anunciada al Sr . Ministro de la Gobernación sobre los sucesos de la Coruña .
El Sr. AZCARATE: Como si no tuviera por sí mismo bastante interés el asunto relativo á las huelgas de la Coruña, han venido á aumentar su importancia las de Sevilla, y siento haber sido un obstáculo para que acerca de ellas dirigiera algunas preguntas al Gobierno mi distinguido amigo particular el Sr. Rodríguez de la Borbolla . (Este Sr . Diputado y el Sr. Marqués de Figueroa piden la palabra. )
Este asunto de las huelgas, bien puede decirse que es en el orden económico y social como una señal de los tiempos ; es una de las varias expresiones del problema obrero ; es una de aquellas que hoy mismo dan lugar á una mayor diversidad de criterios para resolver los problemas que implica; pero lo mismo tratándose de ese problema que de cualquiera de las manifestaciones del mismo, yo entiendo que si ofrece dificultades, cuya solución puede aplazarse, y respecto de la cual cabe diversidad de opiniones, es por lo menos problema en el cual, es deber de todo el mundo, y singularmente de los Gobiernos, hacer completa justicia ; y la justicia, por lo que hace á la clase obrera, tiene dos partes: una, la justicia que sólo se puede alcanzar mediante la reforma de las leyes; pero hay otra más necesaria, que es la que se deriva del cumplimiento de las leyes.
Por este motivo, yo que conservaba en mi memoria el recuerdo de la impresión penosísima. que me hizo la lectura de los periódicos de 29 y 30 de Mayo y principios de Junio acerca de los sucesos ocurridos en la Coruña; yo que recordaba la dureza con que la prensa de aquellos días censuró la conducta de las autoridades, me creí obligado el primer día hábil de sesiones á anunciar una interpelación al Gobierno. Y no me pesa, porque si antes no tenía más en mi mente que el recuerdo de esas noticias, desde entonces acá, al estudiar los datos que obran en la Secretaría de la Cámara remitidos por el Gobierno, bien escasos por cierto, pero en fin aquellos que se me han facilitado, y al conocer más á fondo el estado de la opinión pública en la Coruña (y á este propósito celebro que haya pedido la palabra mi digno amigo el Sr . Marqués de Figueroa), estado de opinión insoportable, completamente insostenible, en que está aquella ciudad, que, á la verdad, ni por sus antecedentes ni por sus condiciones merece ese tratamiento, celebro más haber anunciado esta interpelación.
Al hablar de los sucesos de la Coruña, las fuentes de conocimiento tienen que ser dos : los documentos oficiales y los que procedieran de la misma localidad y singularmente de la prensa. Los primeros son telegramas cruzados entre el Ministro de la Gobernación y el gobernador de la provincia y entre el Ministro de la Guerra y el capitán general ; y por cierto que es muy de extrañar que no haya una sola comunicación, y que no haya sido necesario que aquellas autoridades dieran mayores aclaraciones
que las telegráficas ; pero el hecho es éste.
En cuanto á los datos que puede suministrar la prensa, ¿cómo han de poderse tener en cuenta, si la prensa no puede hablar, si está proclamado el estado excepcional, y la prensa, según un periódico que tengo aquí, ha celebrado que se anuncie esta interpelación, diciendo que las cosas que allí ocurren no se pueden dar al público? Pero en cambio, ya que la prensa no nos pueda suministrar bastantes datos, un testigo presencial, tan caracterizado como el señor Lombardero, podrá ilustrarnos con sus opiniones.
(El Sr . Lombardero pide la palabra . )
Yo puedo asegurar que al hacer esta interpelación respondo á una convicción íntima y, por tanto, creyendo que son hechos ciertos. Claro está que pueden dar lugar á alguna rectificación; pero en todo caso, si en alguna inexactitud incurro no será mía la responsabilidad.
Había en la Coruña algunas huelgas parciales, determinadas, como lo son en la mayor parte de los casos, por procurar los obreros mejora en las condiciones del trabajo, y sobre todo en el aumento de salario.
Ocurrió una de esas huelgas, no precisamente de los empleados del resguardo, porque éstos habían logrado poco tiempo hacía un aumento de salario, pero una huelga hecha por ellos en favor de los cabos y aforadores ; el día 29 de Mayo se declararon en huelga y el 30 recorrían los fielatos con el fin de lograr que la huelga fuera tan completa como ellos pretendían. Se acercaron á varios fielatos sin inconveniente; pero al llegar á uno, que si no recuerdo mal se titula de Los Caballeros, les salieron al encuentro unas parejas de la guardia civil de á caballo y les invitaran á que terminaran sus excitaciones renunciando á aquella propaganda .
Y estaban en esta como conversación o excitación de los guardias civiles á los huelguistas, cuando se arrojaron contra la fuerza pública algunas piedras, que, según los guardias, salieron del grupo de huelguistas y según éstos, fueron tiradas por unos chicos que los acompañaban. Entonces los guardias civiles dispararon sus fusiles, resultando de la descarga un muerto y diez heridos. De las condiciones en que se hicieron estos disparos y de su necesidad, viene á darnos idea el hecho de que el muerto y los lesionados recibieron las heridas por la espalda; y esto quizá contribuyó á que se produjera, no sólo en el seno de las clases obreras, sino me atrevo á decir que en todas las clases sociales, un movimiento de indignación que, naturalmente, había de ser más señalado entre los obreros, los cuales, sin reunirse en meetings, como equivocadamente se dice en un documento oficial, sin reunir sus Juntas directivas, sino congregados en el mismo local que, de ordinario, tomaron espontáneamente el acuerdo de llevar á cabo el paro general ; pero fíjense bien los señores Diputados en el objetivo que tenía este paro general: era por tres días, en señal de duelo, y para asistir al día siguiente al entierro del compañero muerto por la guardia civil .
Este paro fue tan general como en ninguna parte de España lo ha sido jamás. Suspendieron el trabajo los individuos de todos los oficios y profesiones, hasta los panaderos y aguadores, de lo cual se ha querido deducir el cargo grave contra los huelguistas de que pretendían dejar sin pan y sin agua á la población de la Coruña. Hubo, sí, según mis noticias, coacciones individuales hechas á primera hora en algunas fuentes, no con el fin de impedir que se llevara agua, sino con el propósito que revela esta
frase, que yo he oído á persona bien enterada : «Que lleven agua, pero que la lleven las señoritas» ; es decir, con la idea de hacerla forzosa á las clases acomodadas.
Más tarde, los mismos huelguistas fueron los que pusieron cuanto estaba de su parte para impedir ese paro, pues, por encima de las declaraciones y de los cargos hechos, resulta que la gente de la Coruña no murió de hambre y de sed por falta de pan y agua, porque todos lo tuvieron .
Pero, en fin, aunque hubiera coacciones individuales, de lo cual me ocuparé luego, podrían, cuando más, haber dado lugar á reclamaciones judiciales.
Aquel día, Sres. Diputados, reinó en la Coruña una verdadera anarquía. pero no en el sentido vulgar de la frase, sino en el etimológico, porque las autoridades nada hicieron; y es verdaderamente asombroso que, dada la actitud que tenían los trabajadores, y estando entregados á sí mismos, no ocurrieran desmanes ni se cometieran delitos . Las autoridades brillaron por su ausencia, siendo de notar que antes tampoco habían hecho nada para prevenir tal estado de cosas, y el Sr . Ministro de la Gobernación no lo
oculta en el telegrama en que dice al gobernador que bien habían podido prevenirse y evitarse tales sucesos.
Un amigo mío, testigo presencial de los hechos, me dice en una carta que, con una cuarta parte de gobernador no habría pasado nada ; y lo creo así porque, por el camino que vamos, no sé qué condiciones van á exigirse para ser gobernador de una provincia .
En la tarde del 31 asistieron los obreros al enterramiento de su compañero, muerto el día antes, sin que ocurriera absolutamente nada ni á la ida ni á la vuelta .
Es de notar que el capitán general había llamado á los presidentes de las Asociaciones obreras, que son 15; les había excitado á que aconsejaran el que terminase el paro aquel mismo día, para que se volviera á la normalidad; que los obreros habían redactado un documento que no fue del gusto del capitán general, y luego redactaron otro, que éste aprobó, y que se publicó, diciendo lo siguiente:
«Compañeros: Movidos por un sentimiento unánime hemos hecho una huelga general. Todos cumplimos como buenos. Debemos estar satisfechos . Promulgada la ley marcial, las circunstancias han cambiado, y es indispensable no haya más derramamiento de sangre, no ejerciendo, para evitarlo, coacciones de ningún género ni resistencia alguna al libre desenvolvimiento de la vida de la población .
Como quiera que á toda costa queremos no se derrame ni una gota más de sangre, y asimismo anhelamos la libertad de los compañeros presos, las Juntas directivas acordaron, y esperan que todos los socios lo cumplan, volver al trabajo desde el próximo lunes todos los obreros que trabajaban el jueves. Encarecemos se nos atienda, y lo pedimos en nombre de la existencia de nuestras Sociedades .= Las Juntas directivas de las Sociedades obreras. »
Llamo la atención sobre este documento, por lo que luego he de decir, por la relación que tiene con una de las causas criminales que se han formado.
Pues bien ; á la vuelta del cementerio, cuando se dispersaba aquella manifestación, acababa de fijarse en las esquinas un bando del capitán general, manuscrito, porque no parece sino que La Coruña se vive
aún en la Edad Media; el bando de ordenanza declarando el estado de guerra y dando las dos horas de plazo que la ley previene, cuando no se señala otro plazo, para que se disolviera la manifestación .
¡Dos horas! No había transcurrido ni media hora cuando se disolvió á viva fuerza aquella manifestación . Pero, Sres. Diputados, ¿de qué manera se disolvió?
Yo no podía menos de recordar el día de anteayer estos sucesos, leyendo en un periódico un telegrama de Buenos Aires, en donde saben los señores Diputados los trastornos graves de orden público que hubo con motivo del arreglo de la deuda, resultando heridos un Ministro y un ex-Presidente de la República; y en ese telegrama se decía que el Gobierno había prohibido á la caballería que diera cargas en las calles . ¡Cargas de caballería! ¿Creéis que en la Coruña hicieron salir los caballos al trote como es costumbre? ¿Creéis que emplearon los sables de plano? No . ¿Creéis que los emplearon de corte? No ; emplearon las carabinas mausser ; y ya conocéis el resultado: 10 muertos, 15 heridos conocidos y hasta 40 contusos .
Cuando leo estas cosas, y me acuerdo de la noche de San Daniel y de la noche de Santa Isabel, y me parece ver allí, bajo del reloj, al ilustre Ríos Rosas pronunciando aquellas frases que han pasado á la posteridad, yo digo: aquellos sucesos son un idilio comparado con estos . Entre los muertos, hay tres mujeres ; y, ¿sabéis en qué condiciones? Dos de ellas estaban en el balcón del hotel de Francia, y otra en una galería del mismo hotel, y las tres fueron muertas por un mismo balazo.
Al día siguiente es cuando el capitán general llamó á los presidentes de las Sociedades ; y cuando se publicó ese documento, parecía, en efecto, natural, que se entrara en la normalidad en la Coruña, y así se podía juzgar por un telegrama del capitán general al Sr. Ministro de la Guerra el día 8, en el cual se lee : Ya restablecida la normalidad, suprimo telegrama mañana. Y en el mismo día : Terminadas las huelgas parciales . Esto es, las anteriores al suceso estaban ya terminadas .
En efecto, en los primeros días se inicia alguna causa criminal : un procesado; luego dos ; luego tres ; y cuando esos presidentes de las Sociedades obreras después de la conversación con el capitán general y
publicada esa circular á los compañeros, de acuerdo con él, creían que todo aquello estaba terminado y que todos serían puestos en libertad, ven que continúan las prisiones, que han llegado á un centenar, entre ellos tres mujeres, que ahora están ya en libertad.
Se incoaron causas por los tribunales y civiles, y causas por loa tribunales militares, y causas por la huelga, y causas por las coacciones; y según me aseguran, y esto no lo puedo creer, una causa criminal por haber publicado este documento . Digo que no lo puedo creer; porque, ¿cómo es posible que el capitán general autorizara el procesamiento por un documento hecho de acuerdo con él y hasta corregido por él mismo? ¿Qué explicación cabe de este hecho verdaderamente inexplicable? ¿Será quizá porque se podía suponer de los compañeros que forman la Junta directiva de las Sociedades obreras, que son los que firman este documento, que por este medio inducían á la rebelión? Eso seria una añagaza indigna de una autoridad ; eso no lo puedo admitir; este es un punto oscuro que espero que se aclare .
Causas por la huelga . El Sr. Ministro de la Gobernación y el Sr . Ministro de la Guerra tuvieron buen cuidado en sus primeros telegramas de aludir, el Sr. Ministro de la Gobernación al artículo referente al abandono de destino por lo que hace á los huelguistas del resguardó, y al 556 del Código penal por lo que hace al paro general ; y el Sr. Ministro de la Guerra, al segundo de los referidos artículos.
Prescindo del primero . Yo bien sé que es esta cuestión muy delicada, que quizá no tiene solución suficiente en el Código penal la huelga de los funcionarios públicos, que no se podrá jamás regir por los mismos principios que la huelga de los obreros; pero lo que yo sé también es, que hay en nuestra historia administrativa un hecho muy significado que no tuvo sanción penal: la huelga de los telegrafistas, bastante más grave que la huelga de los del resguardo.
Pero vamos al paro. El art. 556 del Código penal castiga á los que se coligasen con el fin de encarecer ó abaratar abusivamente el precio del trabajo ó regular sus condiciones . El Sr . Ministro de la Gobernación y el de la Guerra han pensado que en ese caso estaba la huelga de la Coruña . ¡Lamentable error, manifiesto error! Por fortuna, en el caso presente no tenemos que entrar en las disquisiciones, que el Sr. Ministro de la Gobernación conoce mejor que yo, sobre el valor y alcances de ese artículo, sobre cómo ha sido interpretado, etc., etc. Sólo tenemos que atenernos á su tenor literal : « . ..para encarecer ó abaratar abusivamente el precio del trabajo ó cambiar ó modificar sus condiciones.» Y el paro y la huelga de la Coruña tenían dos objetos concretos y determinados que no eran ninguno de esos á que antes he aludido . Y eso lo dicen los documentos oficiales . El paro del día 31 fue en señal de duelo por la muerte de un compañero . No tenía otro objeto esa huelga, y por lo tanto, no podía estar incluida en el caso del art. 556 del Código penal.
Pero otras causas son por sedición, y en alguna parte se dice por insulto á la fuerza pública. Bien es verdad, Sres. Diputados, que como no pongamos mano en el Código penal militar que rige en este país, yo no sé dónde vamos á ir á parar, porque, por algo contra lo cual apenas si eleva protesta la conciencia, por un artículo del Código penal militar puede darse el caso de que un hombre muy honrado sea condenado á la pena de muerte. ¡Sedición! ¡Rebelión! ¿Dónde están? Ni sombra de esto hay. Pero en uno de los consejos celebrados el día 6, cuyo extracto he tenido ocasión de leer en los periódicos de la Coruña, se ha castigado por el delito de insulto á la fuerza armada á tres individuos. Y al leer las brillantes defensas que de ellos hacen distinguidos oficiales de las distintas armas del ejército, no puede uno menos de asombrarse al ver cuál es el fundamento y la base dé esa causa criminal . El principal carga en el proceso es el de que dice la guardia civil que se parece el traje de los procesados al que llevaba un individuo que vieron asomado á una ventana-¡cuidado si serán grandes las ventanas de la Coruña!-pidiéndose veinte años de reclusión para los tres reos . Bien es verdad que he leído también que el capitán general no ha aprobado aún esa sentencia, y que ha rebajado la pena del primero á doce años y la de los otros á dos .
Al tratarse de las lesiones que se suponen causadas por agresión á la guardia civil, dice uno de los defensores: «Aquí hay un herido; por esa herida se ha condenado á un individuo ; quedan dos contusos
de pedradas ; ¿dónde están los tiros por los cuales se piden diez y seis años para mi defendido?»
El art . 253 del Código penal militar, dice lo siguiente :
«Incurrirán en la pena de muerte :
1°. El que en campaña maltrate de obra á centinela ó salvaguardia .
2°. El que cometa el mismo delito, no siendo en campaña, contra centinela, salvaguardia ó fuerza armada, si causare muerte ó lesiones que dejen al ofendido imbécil, impotente ó ciego, privado de miembro principal, impedido de él ó inutilizado para el trabajo á que hasta entonces se hubiere dedicado habitualmente .
Viene luego el artículo siguiente, que es el que aplica el fiscal de la Coruña, y dice lo siguiente :
Fuera de los casos comprendidos en el artículo anterior, el que maltratare de obra á centinela, salvaguardia ó fuerza armada, será castigado :
1°. Con la pena de reclusión temporal á reclusión perpetua, si causare lesiones que produzcan al ofendido, cuando menos, inutilidad para el trabajo por ocho días, ó exijan asistencia facultativa por igual tiempo.
2°. Con la de prisión mayor ó reclusión temporal si las lesiones fuesen de menor importancia .»
Claro está que el entender los tribunales militares en estos delitos, es consecuencia de la declaración del estado de guerra . Pues vamos á este punto del estado de guerra .
Es de notar, Sres. Diputados, que hoy en la Coruña, como en un principio, existe el estado de guerra, pero no la suspensión de garantías constitucionales, porque esto no ha podido hacerse sin dar cuenta á las Cortes, y el capitán general, en un telegrama, se lamenta de esto . Ahora yo pregunto: si no hay la suspensión de garantías constitucionales, ¿con qué derecho el capitán general ha dirigido la comunicación suspendiendo las 15 Sociedades obreras, en la que invoca la ley de asociaciones y un
artículo del Código penal ?
De suerte, que el capitán general se declara juez y se atribuye cometidos del gobernador civil, y suspende asociaciones ó confirma las suspensiones acordadas por el gobernador . Claro es que si los supuestos delitos que motivaron la suspensión hubieran sido anteriores al estado de guerra, á nadie se le habría ocurrido que tales delitos merecieran ser perseguidos.
Pero hay otra cosa, cuyo objeto no alcanzo, en relación con las huelgas . Se ha dado el caso de haber sido llamados á declarar tres individuos sobre una huelga que tuvo lugar el año 1887 nada menos ; no sé si será para aportar elementos de información para otra cosa, porque no creo que se tenía la pretensión de juzgar hoy, suponiendo que fuera posible eso, la huelga que se declaró hace catorce años .
Y yo pregunto al Sr. Ministro de la Gobernación y preguntaría al Sr . Ministro de la Guerra si estuviera presente: ¿aprueba S . S. la conducta de las autoridades civil y militar, antes, durante y después de estos sucesos !
Por lo que hace á la autoridad civil, no cabe duda de su absoluta imprevisión y manifiesta incapacidad por no haber puesto los medios que emplean otras autoridades en casos análogos para impedir las huelgas ; y en cuanto á las autoridades militares, por el modo de entender y de hacer uso de las facultades que la ley les confiere en el estado de guerra, respecto de lo cual conviene desvanecer un error que existe muy generalizado . Basta leer la ley de orden público, y especialmente sus arts. 30 al 34,
pata ver que esa ley no puede tener aplicación sino en los casos de rebelión ó sedición, sin que se deban confundir con éstos los atentados, desórdenes y tumultos, para los cuales no se ha hecho.
Y continúo preguntando: ¿se ha exigido responsabilidad á alguien por la forma brutal en que se llevó á cabo la represión á que antes he aludido, y que levantó la protesta de algunos dignos oficiales del ejército que la presenciaban, habiéndose dado el caso de que se mandase disparar sobre una camilla en que era conducido un herido, no habiéndolo verificado gracias á la intervención de un oficial del ejército? ¿Se ha abierto sumaria sobre eso, ya que tantas sumarias y causas criminales se han abierto? ¿Está conforme el Gobierno con la suspensión de las Sociedades obreras, y estima que eso va á causar estado en términos que, aun después de levantarse el estado de guerra, no vuelva á restablecerse en la integridad de sus derechos á esas Sociedades obreras?
Y no quiero preguntar si el Gobierno entiende que fue justificada la declaración del estado de sitio, porque la declaración del estado de guerra y la suspensión de las garantías se va haciendo ya en España cosa corriente y ordinaria, sin duda para dar la razón al Conde de Cavour, que al preguntarle por qué no declaraba el estado de sitio, contestó : «Porque con el estado de sitio gobierna cualquiera . »
La situación de la Coruña está reflejada en este artículo de un periódico monárquico, que con motivo del anuncio de esta interpelación, dice, entre otras cosas:
«En relación con los sucesos de la Coruña, los derechos políticos de los habitantes de esta capital se hallan en suspenso, y hasta la prensa periódica local, por las excepcionales circunstancias que sobre ella pesan, encuéntrase obligada al más triste de todos los silencios . »
¿Por virtud de qué, Sr . Ministro de la Gobernación? Porque allí no están en suspenso las garantías constitucionales.
Y continúa diciendo el artículo:
« . .. tanto como depurar las responsabilidades que se contrajeron en el desarrollo de los sangrientos sucesos aquí ocurridos, importa fijarse en la situación, tan azarosa como prolongada á que se halla sometida la Coruña. Porque es el hecho, que llevamos más de un mes bajo las prescripciones del bando de la Capitanía general (que no ha venido, por cierto, entre los documentos pedidos), más de un mes practicándose
detenciones diarias, más de un mes instruyéndose procesos y preparándose consejos de guerra, más de un mes decretándose diligencias de variada índole, unas veces por el fuero militar y otras por la jurisdicción ordinaria, y todo ello presentándose á cada paso anomalías y confusiones, y sin que haya señales de que tal estado de cosas vaya á desaparecer en plazo breve, cesando las angustias que tocan á muchos y la incertidumbre y el desasosiego que alcanzan á la población entera .
»Si los antecedentes y datos que el Gobierno ha prometido facilitar al Sr . Azcárate son tan completos y exactos como hay derecho á esperar, en ellos encontrará el ilustre Diputado de la minoría republicana materia bastante para formular cargos severos, no ya sólo de lo que aconteció en la Coruña en los aciagos días del 30 y 31 de Mayo, sino que también por lo que concierne á las distintas incidencias y á la prolongación indefinida del estado de guerra.
»El anuncio de la interpelación del Sr. Azcárate ha despertado en esta ciudad vivo interés, y permite abrigar cierto género de consoladoras esperanzas. El debate que se mantenga en la Cámara popular, sobre
contribuir al esclarecimiento de muchos hechos y á la depuración de responsabilidades, podrá servir para que se apresure el término de la situación anormal en que nos hallamos . Con que se llegase á este
último resultado, por virtud de la discusión que va á plantearse, bastaría para que la considerásemos como provechosa. »
En efecto, yo tengo la seguridad, y no me equivoco al esperar que lo han de confirmar, lo mismo el Sr. Lombardero que todos los que hablen de este asunto, que hoy en la Coruña no hay diversidad de opiniones en este punto; que todas las clases sociales, pensando en el presente y en el porvenir, pensando en los intereses morales y en los económicos, que hasta esos están perjudicados y dañados por este estado de cosas ; pensando en el porvenir, porque si se ha querido emplear la política del miedo, los efectos de esta política son pasajeros, y en cambio los sentimientos que despierta producen los efectos más trascendentales á la larga, todas las clases sociales, digo, por unos y otros motivos, están deseando que ese estado anormal cese .
Yo espero, pues, del Sr. Ministro de la Gobernación una contestación satisfactoria á todas estas preguntas, y en especial á la última, que si no es seguramente la más importante, es la más urgente .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez): El señor Marqués de Figueroa tiene la palabra .
El Sr. Marqués de FIGUEROA : Cuando el señor Azcárate, mi amigo particular, anunció el otro día la interpelación que acaba de explanar tan elocuentemente, había yo hablado con diferentes Diputados de la provincia de la Coruña y me había dirigido al Sr. Ministro de la Gobernación para solicitar que concurriera á primera hora á la Cámara á fin de dirigirle un ruego que iba encaminado, aunque no coincidiera de todo en todo con los fundamentos que ha expresado el Sr . Azcárate, al mismo fin de que el Gobierno, preocupándose de la situación de la Coruña, devuelva paz y tranquilidad á los ánimos que tanto allí la necesitan .
Los sucesos de la Coruña fueron verdaderamente de una gravedad extraordinaria, tuvieron un carácter y un relieve que tan bien ha expresado el señor Azcárate, trayéndolos á vuestra memoria, aunque á buen seguro que en vuestra memoria estaban ; porque por la inmensa gravedad que acusaban, cuando leímos los relatos de esos sucesos, y vimos que la prensa toda, sin distinción de colores, coincidía en sus reseñas, confirmadas particularmente, todos hubimos de juzgar, todos, incluso los ministeriales, creo yo, que sucesos de aquella naturaleza requerían un grandísimo cuidado, una grandísimo y constante preocupación por parte del Gobierno de S . M., no sólo por lo que eran, que en efecto eran importantísimos, sino por lo que como síntoma revelaban ; por lo cual yo, al venir á intervenir, de una manera breve, en este debate, más que al recuerdo de esos hechos, que están presentes en la memoria de todos, y además ya le ha traído con su palabra el Sr. Azcárate, me he de referir á lo que esos sucesos representan, al valor y significado que tienen, como síntoma de un estado de honda perturbación moral, que en cualquier momento puede degenerar en perturbación material grandísima, como degeneró en aquellos días, por el cúmulo de circunstancias que concurrieron y por el abandono y descuido de las autoridades que acaba de referir el Sr . Azcárate .
En primer lugar, he de recordaros que se originó la cuestión que llevó á la Coruña días de luto, por la huelga de los empleados de consumos, de los empleados de una empresa particular arrendataria de ese servicio. Esto, ya da al estado de guerra, en su origen, un carácter especial, sobre el cual no necesito insistir al llamar vuestra atención . Pero, inmediatamente, y por los hechos que el Sr . Azcárate ha referido, se creó una situación de orden público de tal anarquía y perturbación, que efectivamente, reconozco que vino á ser medida necesaria, y quizá salvadora, el llegar á la declaración del estado de guerra. A no haberse encargado del mando la autoridad militar, sabe Dios lo que hubiera podido pasar ; y bien sabe Dios, también, que es poco lo que pasó, aunque pasó mucho, relativamente á la situación que atravesaba la Coruña, en que todo desmán y atrevimiento se hacía posible.
Llegó, como el Sr . Azcárate ha recordado, un paro general, que afecta, por consiguiente, no sólo á la vida de esta industria ó de aquélla, sino á la vida misma de la ciudad, que se puso en condiciones de existencia imposibles para todos, para altos y bajos, para chicos y grandes, para pobres y ricos . Dejaron de circular correos; se temió y se anunció el propósito de que no se dejaría salir el tren ; se dificultó la introducción de víveres, según referencias, á los hospitales inclusive ; es decir, que el derecho, el bien y la conveniencia de todos, altos y bajos, chicos y grandes, pobres y ricos, se veían igualmente amenazados por aquella situación, en aquella hora, que no se evitó llegase, de excitación febril, de perturbación moral. Tales son, señores, las referencias fidedignas .
Apenas se concibe esto en la Coruña, población en que siempre ha reinado, y en la que es de esperar que con la atención debida de las autoridades y del Gobierno siga reinando, el buen sentido, la recta razón,
la prudencia en el cumplimiento de todos los deberes, que á los ciudadanos de aquel país ha caracterizado siempre.
Pero, como decía al empezar, los sucesos de la Coruña, más que por el valor que tuvieron en sí mismos, con tenerlo tan grande, importan por lo que significa como síntoma del estado social ; y por lo cual, mirando, no ya á lo pasado, sino al porvenir, requieren una atención en todos los momentos, no sólo, de las personas que tengan allí autoridad ó en que encarne la representación del Gobierno de S.M., sino del digno Sr. Ministro de la Gobernación, sea el que quiera, y del Gobierno todo de S . Al. Estas cuestiones sociales tienen cada vez mayor importancia, y en ellas, más que de lo que ofrecen en los diferentes lugares de común y de coincidentes todas ellas, hay que preocuparse, y se preocupará seguramente el Gobierno, de lo que tienen de característico, de típico y de propio, en cada uno de los diferentes lugares, y lo que hay aquí de típico y de característico, y es como á la Coruña, aplicable á toda aquella región, y quizás lo es á varias más de nuestra Patria, es que allí ese malestar y esa perturbación sociales se dan sin que coincidan con el adelanto y con el desarrollo industrial .
En toda la región del Norte de España, desde Bilbao, siguiendo por Santander hasta Asturias, ha tomado la industria el incremento que todos conocemos y el desarrollo que todos celebramos, y, naturalmente, y es como el reverso de la medalla, esos bienes del desarrollo de la industria esparcidos en toda esa importante región de nuestra Patria, llevan consigo entre muchos bienes cierto mal, porque siempre la compensación hace que con todo género de bienes algunos males se produzcan ; es el mal de que se agraven las relaciones y nazcan luchas entre patronos y obreros que desean lógicamente mejorar su situación, puesto que hay condiciones propicias para esa mejora.
En el extremo Noroeste, por desgracia, Sr . Ministro de la Gobernación, estamos sólo á las malas . Allí no han llegado, por nuestra desdicha, los adelantos de la industria ; tenemos los solos oficios que requiere la vida cotidiana, y todas esas cuestiones del trabajo por eso mismo, porque no se han realizado esos adelantos, están, y es mal para todos que estén, en mucho peores condiciones; y así por el lado de los obreros como por el lado de los patronos, por todos, por el de las autoridades más principalmente, recomiendan una grandísima prudencia y cuidado para evitar que se susciten sucesos como los que estamos deplorando esta tarde.
Cuando para las provincias gallegas llegue el momento en que se comience á explotar ese riquísimo subsuelo que tanto promete, ojalá sea en breve, alrededor de esta industria principal, como en Asturias está sucediendo, nacerán otras industrias complementarias, y entonces los problemas del trabajo se pondrán en las condiciones propias de la vida, de la producción y del trabajo á la moderna .
Reclama aquella ciudad de la Coruña, y reclama la región, obras de grandísima necesidad, como el abastecimiento de aguas, como los servicios de tranvías, como la comunicación con las poblaciones, las más importantes de la región, por ferrocarril.
Por desgracia, no se encuentra con el calor de la asociación el instrumento del capital, que es el que ha de realizar todas esas obras que aquella región está necesitando por momentos. Y cuando esto sucede, cuando todos esos poderosos estímulos se precisan para fomentar la vida en aquella región que tanto merece por sus grandes condiciones, es cuando se suscitan estas dificultades que se pudieran evitar, estos choques y estas perturbaciones que ciertamente no señalan el camino de los adelantos, que unos y otros, los obreros y los patronos, al par que el bien general, están solicitando vivamente .
De lo que es la vida industrial allí, de lo que estas huelgas son y significan, ¡qué síntoma más revelador, señores, que el origen que ha tenido la perturbación de la Coruña! No es ya siquiera la huelga de las pequeñas fábricas; no es la huelga de los oficios; es la huelga de los empleados de carácter semioficial que tiene la Compañía arrendataria de consumos, de esos empleados que por su carácter, por su naturaleza y por sus fines, en todas partes son considerados por los obreros casi como burgueses . Y estos casi burgueses, en todas partes, son los que, con su huelga en contra de la Compañía arrendataria de consumos, han venido á crear aquella situación en la Coruña. ¿No estáis comprendiendo por todo esto que no existe allí el problema industrial, el problema obrero, sino que existe simplemente un pasajero desconcierto de remedio urgente, y creo que
no difícil? No han llegado los progresos industriales que nos hace falta que lleguen, pero han llegado nuevas teorías; ni eso siquiera, porque las teorías apenas se conocen; nuevas propagandas llevadas, según
referencias autorizadas, por gentes de fuera, conocedoras quizás de otras necesidades, de medios sociales diferentes, por lo que, aun á su pesar, representan intereses que no son los de aquel país.
Hábil, inteligente, honrado, el obrero gallego merece especial consideración, respecto á sus cualidades nativas, á su moral y á sus creencias, y tanto como eso, merece que nos preocupemos de su adelanto, pero no es camino para ello el de la perturbación, sino todo lo contrario .
Busquemos medidas de propaganda y de armonía, procuremos entre todos llevar nuevos elementos á la producción, y pacificando moralmente las clases directivas, las personas de influjo, las autoridades, cuantos directa ó indirectamente pueden cooperar al bien, ayuden para que éste renazca y las huellas y las causas del mal se borren . Mejoremos las condiciones de trabajo del buen obrero gallego, tan honrado como inteligente y hábil, y que tanto se puede prometer de que se abran nuevos
caminos á la producción en vez de cerrarse con perturbaciones, que son causa de rémora y retraso, más perjudiciales, naturalmente, allí donde no hay la gran industria.
No sé si á todos los oídos serán gratas mis palabras; siempre hay quien guste de la perturbación ; no me importa; sé que están inspiradas en el bien público, en las necesidades de aquel país y en el grandísimo y sincero deseo que yo tengo de que su mejora se realice, por lo mismo que es el país de mis mayores y más sinceros afectos . Por eso no vengo aquí, al dar estas impresiones de armonía, y que espero que se aprecien como tal, á dirigir censura ninguna, por más que campo para muchas censuras habría ; sólo vengo á rogar al Sr. Ministro de la Gobernación que se inspire, no en el interés de un lado ó de otro, que todos los intereses pueden y deben allí armonizarse, porque lo que el interés público está exigiendo es, que los esfuerzos de las autoridades y los esfuerzos de los particulares y las asociaciones y todos los medios que pueden concurrir á estos fines, coadyuven y se abran allí al trabajo esas nuevas iniciativas que el país verdaderamente reclama, y que tardan en venir y tardarán más; y no llegarían nunca si persistiésemos en el error de avivar pasiones que hay que atender en justicia acallándolas, y avivando sólo la noble pasión del trabajo, de la emulación y de la mejora por el trabajo.
Y en tanto, lo que pido, concretando, á S . S ., y asociándome al ruego del Sr. Azcárate en este punto, es que termine pronto, pero que termine bien, que procure S . S. que termine bien, la situación anormal
de la Coruña ; que ilumine y que dirija convenientemente el Sr . Ministro de la Gobernación á las autoridades de aquella porción del territorio nuestro, tan digna de mejor suerte; que termine pronto, pero que termine bien, aquel estado de cosas que, ciertamente, no es para prolongarlo.
(A continuación mistúranse no debate unha serie de intervencións relacionadas con Sevilla, ata que continúa a debaterse o asunto dos sucesos da Coruña de finais de maio)
El Sr. LOMBARDERO: Declaro, Sres. Diputados, que me levanto á hablar con verdadero temor, por dos razones: por la fatiga y la impaciencia de la Cámara, y por la inoportunidad con que intervengo en un debate que ya se había extraviado, no ciertamente por mi culpa. De habérseme concedido la palabra cuando el Sr. Marqués de Figueroa había terminado su discurso, le habría dicho yo entonces que sus atinados consejos acerca de la acción gubernativa al frente de una provincia, hubiera podido dárselos al
gobernador de la situación conservadora, á quien inspiraba muy directamente S . S., si no me equivoco, porque ese gobernador, Sr . Marqués de Figueroa, es el culpable de que haya en la Coruña organizadas 15 Sociedades de resistencia, que han producido algún pánico entre las clases conservadoras de aquella capital; y es responsable de la existencia de aquellas sociedades, porque sin estudio previo, sin conocimientos especiales y concretos, acaso sin la preparación intelectual suficiente para el dominio de esas cuestiones, ha autorizado los reglamentos por los cuales se rigen las citadas Sociedades . Hubiera dicho esto al Sr . Marqués de Figueroa y hecho extensiva la advertencia (y perdónenme los Sres. Diputados el atrevimiento que revela el vocablo; pero el cumplimiento de un deber inexcusable me obliga á emplearlo y me obligará á decir otras cosas, por las cuales anticipadamente pido gracia) al Gobierno actual, que es el principal y exclusivamente responsable de la tragedia que ha descrito aquí con tan vivos colores y con gran elocuencia el Sr . Azcárate, por haber enviado á la Coruña un representante de cuya competencia y de cuyas condiciones no tengo yo para qué hablar, porque está completamente juzgado por la prensa, por la opinión y por la Cámara.
Si el Sr . Ministro de la Gobernación, de cuya superior inteligencia se cantan tantas alabanzas justas y cuyo buen deseo no hay para qué encomiar, sobre todo por lo tocante al estudio del problema social y
de las cuestiones económicas, que verdaderamente le preocupan, hubiera pensado al designar el personal de gobernadores en que la misión que éstos tienen hoy es bastante distinta, quizá completamente extraña,
á la que tenían los nombrados de la Revolución acá por los hombres políticos que todavía nos gobiernan y que parecen petrificados y sordos al rumor de las nuevas ideas que entraña el movimiento obrero; si se hubiera fijado en que los gobernadores modernos necesitan estudiar ese movimiento obrero, informar de él concienzudamente al Gobierno y recibir y practicar sus instrucciones, ni habría llevado allí al gobernador que supongo dimisionario (ignoro su situación), ni los sucesos se habrían promovido, ni esta interpelación se hubiera explanado, ni yo tendría el honor de dirigir la palabra en estos momentos á los Sres. Diputados para molestar su atención .
Pero, en fin, por culpa del Sr. Moret, por su negligencia, permítame que se lo diga, ha ido á la Coruña un gobernador que desconocía el movimiento obrero, la importancia de las Sociedades obreras, la trascendencia de las huelgas locales y el medio de solucionarlas, y se ha encontrado de la noche á la mañana con un conflicto tan grave que no podía resolver sin el concurso de la fuerza armada, que no podía resolver ni con ese concurso, porque no ha sabido manejar la que el capitán general había puesto á su disposición, y que yo he visto allí inactiva . Yo he hablado con ese señor gobernador, y algún otro Sr. Diputado también, en los momentos que parecían más graves del conflicto, y he adquirido el pleno convencimiento de que no hubiera sabido manejar aquella fuerza, con la cual había bastante para que se redujese á límites legales la protesta del elemento
obrero, para que no hubiera habido derramamiento de sangre y para que la dolorosa tragedia no se consumase, porque resultaría innecesaria la declaración del estado de guerra .
Algunos apuntes tenía yo aquí para poner de manifiesto al Sr . Ministro de la Gobernación las circunstancias en que vive y de que se halla rodeada la población obrera de la Coruña, porque temo que las informaciones oficiales, á juzgar por el expediente que aquí se ha remitido y que ha calificado justa y severamente el Sr. Azcárate, no han de dar la luz conveniente, y porque deseo que al examen de lo ocurrido aplique su privilegiada inteligencia el señor Ministro de la Gobernación ; pero temo enojar al auditorio, y me reservo tales datos para comunicárselos á S. S. en conversación particular.
Yo creo conocer á qué móviles obedecen las 15 Sociedades de resistencia allí organizadas ; yo creo conocer cuáles son sus antecedentes, sus planes y sus propósitos, y creo conocer cuál es la importancia que tiene en la Coruña el partido socialista obrero, y ojalá que la tuviera bastante mayor, porque le considero el único valladar que puede oponerse á la pertinaz propaganda de los libertarios ; creo conocer otras cosas que se relacionan con la situación anormal de aquella población, y no opino como el Sr. Marqués de Figueroa, que hayan sido importadas allí las teorías malsanas y no los progresos beneficiosos al desarrollo de la industria, ni atribuyo el mal de que todos nos dolemos á tan sencilla causa .
Es verdad que han ido las teorías que van propagando los libertarios fanáticos por todas partes, pero no han aportado ninguna causa eficiente de protesta que ya no existiera; allí hay un malestar de que son culpables los Gobiernos, porque no se preocupan de que sus funcionarios cumplan estrecha, recta y honradamente con su deber; y cuando el proletariado, y hay que permitirme esta manera de calificar para ahorrar palabras, advierte que el Poder público no cumple estrechamente con sus deberes
y no realiza la justicia, fuerza es que se deje seducir por los argumentos y los atractivos de los que prometen grandes transformaciones en el estado social, o por lo menos prometen el acabamiento de los daños presentes .
Sabe muy bien el Sr. Marqués de Figueroa, que la viciosa, y podríamos decir corrompida, organización política de nuestro tiempo, consiente que los Gobiernos civiles no sean sino centros burocráticos en los cuales se negocia á veces con la administración municipal ó se negocia con la emigración clandestina . . . (El Sr. Marqués de Figueroa: Diríjase S . S . al Gobierno.) No tengo para qué dirigirme á este Gobierno particularmente, porque lo mismo son los Gobiernos liberales que los conservadores ; todos son iguales; todos mantienen las mismas corruptelas; todos las conocen ; todos saben que no se puede aprobar un reparto de consumos en las Delegaciones de Hacienda sin dar dinero; todos saben que no se puede aprobar un presupuesto municipal en los Gobiernos civiles sin dar dinero ; y si todo el mundo lo sabe y todo el mundo lo consiente y nadie protesta, ¿por qué me he de dirigir especialmente á este Gobierno?
Atestiguaba con el Sr . Marqués de Figueroa sin otro propósito que el de que corroborase con su autoridad mis palabras, pues no hay para qué decir que S. .S. condena conmigo esos abusos que, advertidos á diario por las clases trabajadoras, engendran odio á la actual organización social .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Señor Lombardero, están para terminar las horas de Reglamento destinadas á interpelaciones y preguntas .
El Sr. LOMBARDERO : Señor Presidente, yo pienso ocuparme brevísimamente. . .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Si S . S . piensa ser muy breve, puede continuar.
EL Sr. LOMBARDERO: Creo haber dicho de estos antecedentes lo bastante porque me reservo comunicar particularmente al Sr. Ministro de la Gobernación otras cosas que pueden aprovechar al Gobierno para evitar funestos conflictos en la Coruña.
De los sucesos ocurridos en los días 30 y 31 de Mayo no hay para qué hablar, no hay para qué detallarlos cuando no sé quiere molestar excesivamente á los oyentes; el Sr. Azcárate ha dicho muy bien que han tenido origen en una huelga de agentes de consumos en número de 140, los cuales, teniendo en su poder armas de fuego, las dejaban en la Sociedad de oficios varios a la que pertenecían, y esto demuestra que cuando salían á recorrer los fielatos para evitar el ser sustituidos en sus empleos, sin que la empresa se comprometiese á acceder á sus pretensiones, no iban en son de guerra, porque con la tranca del servicio que llevaban en la mano no habían de hacer frente á la guardia civil que custodiaba las casetas .
A estos 140 hombres los he visto yo caminando juntos, y su huelga ha podido reducirla y resolverla el gobernador, si supiera serlo . Aquella huelga, como otra anterior á que ha aludido también el Sr . Azcárate,
la hubiera resuelto por sí mismo una persona aludida, aunque no nombrada por el Sr. Marqués de Figueroa, llamado Carlos Planas, alias Planuch, catalán y libertario, á quien se atribuye la dirección del movimiento obrero de la Coruña . Pues este catalán, ahora sin duda perseguido por los tribunales militares, no estaría tampoco muy en son de guerra contra el principio de autoridad ni contra el gobierno, cuando logró una solución pacifica á la primera de las huelgas; de modo que su intervención ha sido muy provechosa. Lo que hay es que las autoridades,
ni conocen á los directores del movimiento obrero, ni saben quién puede intervenir para dar solución á una huelga, ni están en relación con los obreros más que para despreciarlos; y este es un lamentable error, que puede costar muy caro.
Además, me consta que estos huelguistas saludaron respetuosamente á la guardia civil en uno de los fielatos próximos á la estación del ferrocarril de
la Coruña. A unos 200 metros de este fielato hay otro, que se llama de los Caballeros ; allí estaban apostadas cuatro parejas de la guardia civil, con un cabo. Desgraciadamente, aquellos ocho guardias civiles y un cabo habían sido víctimas el día anterior de un salvaje atentado en la carretera. Veinte ó treinta mozos de una aldea próxima (y, aunque los despachos referentes á este hecho están en el expediente como para enlazarle con el movimiento obrero, no tuvo absolutamente nada que ver con él ) ; veinte ó treinta mozos de una aldea próxima se emboscaron en la carretera; y porque decían que la Guardia civil les había atropellado en una romería
hicieron fuego sobre aquellos guardias, causaron no sé si un herido ó un muerto, y fueron detenidos y presos, formándose la correspondiente sumaria . Pero aquellos guardias, molestados por el servicio constante
y por la agresión de que habían sido víctimas el día anterior, exacerbados por esa multitud de causas que influyen en los ánimos, por esa natural fiebre de que á veces se hallan poseídos los hombres en casos tales, se exaltaron cuando vieron llegar á los 140 hombres del resguardo de consumos, que no iban más que á pasar por la carretera, y que no iban
en actitud hostil, como lo demuestra el que los obreros heridos lo han sido todos por la espalda, y que allí no hubo más qué una descarga, y si acaso, hubo un tiro, pero disparado, no por los huelguistas, sino por un teniente del resguardo de consumos, llamado Paco, según referencia de los obreros, de la cual no puedo en absoluto responder .
Apenas sonó aquel tiro, la guardia civil contestó con una descarga ; cayeron nueve hombres á tierra, la mayor parte de ellos quedaron inútiles para el trabajo, porque la bala mauser no perdona ; y no pasó más; no pasó más sino que al día siguiente, la población entera, poseída de verdadero sentimiento por lo ocurrido, no tuvo inconveniente en asociarse al duelo de los obreros . Cierto que ha podido haber coacciones, no lo niego ; yo las considero además legitimadas por los sucesos de la noche anterior . Hubo
coacciones para que se asociara al duelo toda la población ; pero lo que pasó aquella mañana (y lo sé porque estuve hablando con el gobernador y con algún otro Sr. Diputado, que siento no ver aquí, para que pudiera decirlo), es que el gobernador recibió estando en la cama, ó por lo menos en su dormitorio, á las once de la mañana, cuando ya habían ocurrido
en la calle una porción de hechos de resonancia, á todos los presidentes de las sociedades obreras, y quiso resolver desde allí el conflicto, como si fuera una cosa de las más corrientes. Allí estábamos varias personas, poco después de haber recibido el gobernador á los presidentes de las sociedades, y adquirimos el pleno convencimiento de que era necesario,
indispensable y urgente, la declaración del estado de guerra, porque el gobernador no servía para el caso ; y allí se dijo lo que el Sr . Marqués de
Figueroa ha traído aquí ; que no habían de salir los trenes correos, que no habían de salir las diligencias con el correo para los pueblos que la línea férrea no atraviesa ; que se suprimiría el alumbrado público, que no se permitiría salir el vapor de la carrera del Ferrol, que no se consentiría desembarcar á los pasajeros que habían llegado en un transtlántico, algunos de los cuales dispararon sus revólveres desde los balcones aquella tarde, contribuyendo á que la fuerza pública se creyese hostilizada por los obreros .
En el despacho del gobernador es donde se ha oído todo eso que no pasaba en la calle, que nadie había pensado en ejecutar, y la prueba de que nadie
había pensado en ejecutarlo la tengo yo también .
Poseída la población de verdadero pánico por la carencia de autoridad civil, dio pábulo á estas versiones que corrían ; y el gobernador se aturdió, creyó que, en efecto, se iban á levantar los rails, que se iban á atropellar las diligencias, que no se iba á poder vivir y que se entronizaba la anarquía con todo su séquito de horrores .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez): Han pasado las horas destinadas á preguntas ; si S . S . tiene aún que decir mucho, sería mejor que lo dejara para mañana.
El Sr. LOMBARDERO: Voy á acabar muy brevemente, y además no creo que haya interés en conocer muchos detalles de lo ocurrido; pero conste,
y yo lo aseguro porque he estado en la calle viendo la solemne manifestación que han hecho los obreros al regresar del cementerio, porque he estado en la casa donde se reúnen los trabajadores, que la población obrera no tenía el menor deseo de protestar con violencia, de alterar el orden público, de resistirse á la fuerza armada, de desacatar á las autoridades ni de ponerse fuera de la ley. De esto estoy completamente
convencido.
Encargado el capitán general del mando, cometió la imprudencia de enviar, detrás del piquete que proclamaba la ley marcial, una sección de la guardia civil con un teniente ; y no obstante decir el bando (y por eso se lo he pedido al Sr . Ministro de la Gobernación) que se concedían dos horas, las que concede la ley de Orden público, pero además expresamente lo dice el mismo bando, para que se disolvieran los grupos y se sometieran á la ley marcial, el teniente de la guardia civil iba requiriéndolos con estas palabras : «exijo el cumplimiento del bando . »
Claro está que la guardia civil tiene disculpa. Cinco minutos después de ocurrir esto, muchas de las personas que atravesaban las calles, y que no estaban obligadas á obedecer una ley que no regía todavía, se lamentaban, proferían insultos ; varios obreros lanzaron algunas piedras; la guardia civil hizo fuego, y hubo muertos y heridos, como ha referido el Sr. Azcárate .
No sé que se hayan disparado tiros por los obreros contra la fuerza armada, ni se puede demostrar, porque no hay un solo herido del ejército ni de la guardia civil; todos los heridos de aquella jornada fueron víctimas de las balas mauser, y los obreros no tienen esta clase de armas.
En fin, he dicho bastante ; la responsabilidad material, aparente de los sucesos allí ocurridos es evidentemente del gobernador civil y del capitán general, de cuya conducta posterior no puedo ocuparme, porque no me alcanza el tiempo, pero respecto de la cual tendría cosas curiosas que decir. La responsabilidad verdadera es del Sr. Ministro de la Gobernación
y del Gobierno, porque no han puesto en este asunto toda la atención que merecía .
Y no me resta más que decir algunas palabras al Sr. Moret.
Lo duro de la represión encomendada á la fuerza pública y á los tribunales militares engendra sentimiento de piedad en todos, de rencor y odio en algunos, sentimientos que la pasión enconada puede explotar en ocasión propicia, promoviendo en jornadas luctuosas la lucha de clases ó la resistencia activa á la acción del Estado .
EI Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Lo siento mucho, pero no puede continuar S . S .
El Sr. LOMBARDERO: Algo más había de decir, pero como ya estoy cohibido, impaciente, apremiado por la campanilla presidencial, y no puedo exponer la gravedad de la situación en la Coruña y los medios
que creo de conveniencia poner en práctica para mejorarla, he de concluir con una excitación al señor Ministro de la Gobernación, no á él sólo, sino á
todos los hombres de gobierno y á todos los hombres de pensamiento .
Nada se resuelve con el empleo de la fuerza.
Todo se puede lograr por el amor . Es menester evitar que sobre la Coruña se levante una leyenda negra como pesa sobre Barcelona ; es menester evitar que una aureola de martirio ciña las sienes del proletariado,
porque esto es peligrosísimo, principalmente para los hombres públicos, según nos enseña una triste y dolorosísima experiencia. He dicho .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Se suspende esta discusión .
Diario de Sesiones – Congreso de los Diputados – Serie Histórica
- Legislatura 1901-1902
- Julio
- 10-07-1901. Nº 25 (de 453 a 486).










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