Logo da suspensión por falta de tempo da sesión do Congreso dos Deputados do día 10 de xullo de 1901, cando estaba a intervir o deputado Lombardero, o día 12 de xullo continúa o debate parlamentario sobre os sucesos de finais de maio de 1901 na Coruña pola folga xeral mediante unha proposión incidental:






Se leyó la siguiente proposición incidental :
«Los Diputados que suscriben tienen el honor de proponer al Congreso se sirva declarar que vería con gusto que el Sr. Ministro de la Gobernación hiciera saber á la Cámara el pensamiento del Gobierno acerca de los sucesos ocurridos en la Coruña en los días 30 y 31 de Mayo último .
Palacio del Congreso 12 de Julio de 1901 .==Gumersindo de Azcárate.==Eduardo Gasset .==Rafael Prieto y Caules .== José Lombardero .==Ezequiel Díez Sanz~.== Javier Bores Romero .==Francisco Bergamín.»
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : El señor Azcárate tiene la palabra para apoyar su proposición.
El Sr. AZCARATE: En la sesión de anteayer tuve el honor de explanar una interpelación sobre los sucesos ocurridos en la Coruña los días 30 y 31 de Mayo último. Terciaron en aquella discusión los Sres. Marqués de Figueroa y Lombardero, y quizá, si hubiera habido tiempo, habrían hecho lo propio el Sr. Marqués de Lema y el Sr. Latorre, aquél porque deseaba hacer una pregunta al Gobierno sobre el modo de entender ciertos artículos del Código penal, y el Sr. Latorre por ser Diputado de aquella
provincia y haberse encontrado á la sazón en los sucesos de referencia . (El Sr. Marqués de Lema pide la palabra.) Pero el Sr. Ministro de la Gobernación hubo de contestar exclusivamente al Sr. Rodríguez de la Borbolla, porque este Sr. Diputado, que acababa de estar en Sevilla, se ocupó de aquella huelga, y era más urgente, por decirlo así, el darle una
respuesta.
Luego terminaron las dos horas destinadas á preguntas, y el Congreso tuvo que entrar en la orden del día; y como no veo otro medio de obtener contestación del Sr . Ministro de la Gobernación, como sigue siendo tan extraordinaria la situación de la Coruña, como sigue aquella provincia sin gobernador civil que esté á su frente, y como siguen, según telegrama que tengo á la vista, tramitándose las causas ante los tribunales civiles y militares, de una manera verdaderamente incomprensible, por todo esto, yo no puedo renunciar á oir al Sr . Ministro de la Gobernación, no teniendo otro objeto esta proposición que proporcionarle ocasión para que dé estas explicaciones.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrígáñez): El señor Ministro de la Gobernación tiene la palabra .
El Sr. Ministro de la GOBERNACION (Moret) : Estoy completamente á la disposición del Sr . Azcárate para satisfacer las indicaciones que se ha servido hacer en su proposición ; pero si el Sr. Presidente no tuviera inconveniente en ello, como el señor Azcárate ha aludido á los Sres. Marqués de Lema, Fernández Latorre, y aun creo recordar que había
otros Sres. Diputados que habían pedido la palabra sobre este asunto, yo preferiría que estos señores manifestaran lo que tuvieran por conveniente, á fin de recoger después todas las manifestaciones.
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Aunque la índole de las proposiciones incidentales no consiente más que el apoyo por su autor, dado el carácter excepcional de la puesta á debate, y habiendo
ofrecido los señores que han de tomar parte en la discusión ser muy breves, concederé la palabra para alusiones al Sr . Marqués de Lema y luego á los demás señores que la han pedido, de acuerdo con lo
manifestado por el Sr . Ministro de la Gobernación .
El Sr. Marqués de Lema tiene la palabra.
El Sr. Marqués de LEMA: En el día pasado en que se suscitó aquí la cuestión referente á los sucesos de la Coruña, tenía pedida la palabra para dirigir una pregunta al Sr . Ministro de la Gobernación, que no se relacionaba directamente con estos sucesos, pero sí con la cuestión relativa á la interpretación que el Gobierno da ó debe dar á las disposiciones vigentes, en lo que se refieren á las coligaciones ó huelgas con objeto de abaratar ó encarecer el precio de las cosas .
Había motivado este deseo de mi parte la lectura de un telegrama dirigido por el gobernador de Sevilla al Ministro de la Gobernación, con motivo de sucesos acaecidos en aquella capital hace pocos días, y que aún se vienen sucediendo, telegrama en el cual, aparte de otras noticias referentes á la cuestión allí suscitada y de algunos despachos á que se refería el gobernador, cruzados entre Sevilla y Cádiz, y en que se presentaba la cuestión con colores y caracteres verdaderamente pesimistas, concluía
ese gobernador con la frase siguiente : «Esto es una prueba de quiénes son los agitadores de esta tarde y de la falta que hace la prisión de la directiva de los huelguistas. » Ocúrreseme, que á no ser que el gobernador de Sevilla quisiera imitar lo que atribuían al general Amézaga antes de la batalla de Ocaña, era realmente extraordinario el que se dirigiera á su jefe el Ministro de la Gobernación para preguntarle, ó mejor dicho, para indicarle la conveniencia de realizar un acto, que de realizarlo alguien, correspondía por completo á las atribuciones del gobernador . Y como no tengo ningún motivo para suponer que el gobernador de Sevilla sea un funcionario que carezca de capacidad suficiente, es más, por lo que he podido conocer de él en el trato meramente social, he creído que es uno de los funcionarios más distinguido de la situación liberal, que tiene práctica administrativa suficiente, es claro que esta frase del telegrama del gobernador acusaba un hecho sobre el cual yo quería llamar la atención del Sr . Ministro de la Gobernación; es á saber: que las autoridades de provincias están perfectamente ignorantes del criterio que el Gobierno se propone seguir en esta materia; esas autoridades saben que se ha hablado de una manera muy varia acerca de ello, habrán oído tal vez que el Ministro de la Gobernación se proponía presentar, Dios sabe cuándo, un proyecto de reforma del Código penal en lo que á esta cuestión se refiere; pero, mientras tanto, ellos carecen en absoluto de dirección y de guía.
Prescindiendo, por consiguiente, de la gravedad de los sucesos de la Coruña y de los sucesos de Sevilla y de tantos otros, de los cuales no me he de ocupar, por haberlo ya hecho otros distinguidos oradores, y, sobre todo, porque habría que añadir á la cuenta otros sucesos, como los de Jerez, los de Montilla, aunque éstos sean en otro sentido, los ocurridos en Barcelona durante el mes de Mayo, las huelgas dé los empleados de los tranvías en Madrid, y tantos y tantos otros sucesos de carácter social, sobre los cuales el Gobierno bien podría dar algunas explicaciones, yo me limito á dirigir al Sr. Ministro de la Gobernación esta pregunta: ¿Ha dado S. S . instrucciones concretas á los gobernadores de provincia respecto del criterio que el Gobierno tenga acerca de las coligaciones o huelgas? ¿Les ha dado, aparte de las instrucciones reservadas, que, naturalmente, yo no pido, que corresponden exclusivamente á la prudencia del Gobierno en sus relaciones con los subordinados, les ha dado aquellas otras instrucciones que son necesarias para que, dentro de los preceptos
vigentes, pueda realizarse una aplicación de lo que hoy constituye indudablemente el sentido del derecho moderno en estas materias?
Porque aquí hemos oído cosas harto extrañas por lo que á esta cuestión toca; y no ya aquellas excitaciones elocuentísimas de D . Melquiades Álvarez, á las cuales el Sr. Ministro de la Gobernación sólo contestó con palabras vagas, sino también algunas otras observaciones contradictorias que han salido de estos bancos de las minorías, obligan al Gobierno á dar su opinión sobre estas materias; opinión interesantísima, puesto que se trata de conflictos que se están suscitando diariamente .
En aquella misma discusión habida el otro día acerca de los sucesos de la Coruña, me parece haber oído al Sr . Lombardero, digno individuo de la minoría romerista, echar en cara al gobernador conservador que fué de la Coruña el haber autorizado la creación de Juntas de resistencia de obreros, como si con arreglo á las disposiciones vigentes tuviera un
gobernador derecho á impedir la creación de una sociedad cualquiera, siempre que no se demuestre que su objeto tenga algo de inmoral, de ilícito ó de penado en las leyes ; y cuando persona tan ilustrada dice que un gobernador no ha debido en un momento determinado aprobar la existencia de una sociedad obrera; y cuando por otro lado se exige á las
autoridades civiles de la provincia una prudencia y un tacto que mal pueden desarrollar convenientemente si carecen de instrucciones ; y se dan casos tan peculiares en esta materia, como el de la suspensión del alcalde de Orense, realizada únicamente porque no había logrado impedir una huelga, que todavía sigue por cierto, es necesario que el Gobierno
se preocupe, mientras tiene tiempo de presentar ese proyecto, que sabe Dios cuándo vendrá, de precisar su criterio y decir cuál es la norma á
que quiere que se ajusten los gobernadores, y que no se dé el caso de dar publicidad á telegramas de este género, yo no sé si para que se conozca que la influencia de la unión nacional llega también en Sevilla á agitar las pasiones en una cuestión de carácter social, ó si para convencer á las gentes de que los gobernadores, en efecto, carecen en absoluto de dirección en tan importante materia.
Ruego, por tanto, al Sr. Ministro de la Gobernación, que cuando se haga cargo de los hechos ocurridos en Sevilla y la Coruña, y dé las explicaciones
que en su prudencia crea convenientes, no deje también de fijar su atención sobre esto, que, por su carácter de mayor generalidad, reviste quizá todavía mayor importancia .
El Sr. PRESIDENTE (Rodrigáñez) : El señor Abella tiene la palabra .
El Sr. ABELLA: No pensaba, ciertamente, señores Diputados, intervenir en este debate ; pero testigo presencial de los sucesos de la Coruña, al oir los relatos que aquí se han hecho de aquellos sucesos, he creído de mi deber decir todo lo que sé y lo que he visto en los veinte días que accidentalmente residí en aquella capital en el mes de Mayo.
Al oir que habían pedido la palabra los señores Marqués de Figueroa y Lombardero, tuve la esperanza de poder excusarme de este deber en que yo entendí que estaba, porque si estos señores hubieran dicho lo que yo he oído y presenciado en los días que estuve en la Coruña, me hubieran evitado el trabajo de usar de la palabra y el Congreso se hubiera evitado la molestia de oirme .
El Sr. Azcárate, cuya elocuencia, cuyo saber y cuya serenidad de juicio todos conocemos, no ha estado en las presentes circunstancias en la Coruña, y, por tanto, ha tenido que valerse necesariamente de noticias y referencias inspiradas, á mi juicio, en gran parte, por la pasión política ó por otra clase de prejuicios.
Por tanto, habrá S. S. de dispensarme que me atreva á rectificar la relación de los hechos sin meterme en la cuestión de doctrina, no estando conforme con las que S. S. ha aducido aquí, por más que vengan de una persona tan sabia como S.S.
El Sr . Marqués de Figueroa, mi distinguido amigo particular, creía yo que iba á tratar de los sucesos de la Coruña, y sin embargo, no trajo absolutamente ningún dato ó esclarecimiento á la cuestión sometida al Congreso, limitándose, con la elocuencia que le es habitual, á exponer consideraciones generales y puntos de vista especiales suyos . El Sr . Lombardero, que estaba en la Coruña durante aquellos sucesos, que es habitante de aquella ciudad, según tengo entendido, y que tiene además motivos para conocer detalles mayores de los que yo conozco, creía yo que iba á dilucidar por completo la cuestión; pero aunque adujo, como digo, algún dato nuevo, el hecho es que, llevado de su pasión política, llegó hasta el punto de que, usando de sus derechos, que yo le reconozco y respeto, llegó hasta el punto de dar consejos á mi ilustre amigo el Sr . Ministro de la Gobernación, el cual seguramente no necesita de ellos, por más que puedan ser muy estimables todos los consejos del Sr . Lombardero .
Y con esto paso á ocuparme de lo que yo he visto en la Coruña en los días 29 y 30 de Mayo y 1 .° de Junio, en cuyo día me ausenté de aquella ciudad.
El estado moral y social de aquella capital no es satisfactorio; no hay una completa concordia entre los patronos y los obreros ; y esto, como dijo muy bien el Sr. Lombardero, no se ha producido en los momentos actuales, sino que viene de mucho tiempo atrás ; tanto, que con ese motivo S. S. dirigía un cargo á los amigos del Sr . Marqués de Figueroa, y yo creo que muy fundado . (El Sr. Lombardero : No ha entendido S . S. lo que he dicho.) Entendí que el señor Lombardero dirigía un cargo á los amigos políticos del Sr . Marqués de Figueroa, y hasta llegó á citar al gobernador, amigo del Sr . Marqués, como causante principal de los hechos. (El Sr. Lombardero: No es exacto, y ya lo explicaré.) Entonces he entendido mal y he leído mal el Diario de las Sesiones, porque me he tomado, no la molestia, sino el gusto de leerle, para ver si me había yo equivocado al oir lo que S. S. manifestó aquí acerca de esta cuestión . Para que el Congreso pueda apreciar algo acerca del estado social y de la predisposición moral en que estaban los obreros de la Coruña en los días inmediatamente anteriores á los sucesos, voy á citar nada más que dos huelgas parciales que he presenciado en los días que accidentalmente estuve en aquella
capital. Me refiero á la de la fábrica de fósforos y a la de aserrar maderas del Sr. Cervigón.
En la primera, los obreros manifestaron sus pretensiones, que no parecieron aceptables á los patronos, o á las patronas, porque son señoras, á las que no tengo el gusto de conocer, las propietarias de aquella fábrica, y los trabajos se paralizaron. Pero el gremio de fabricantes de fósforos, que está obligados á surtir para la venta á todas las poblaciones, con objeto de que no faltara este artículo en la Coruña, remitieron unas cajas con cerillas, puesto que la fábrica no podía hacerlo en aquellos momentos .
Y ¿saben los Sres. Diputados lo que sucedió? ¿Lo sabe el Sr. Azcárate? Pues sucedió que los obreros, con coacciones y amenazas, lograron que aquellas cajas quedaran en las almacenes del ferrocarril.
Los obreros de la fábrica de aserrar maderas, que tiene el Sr . Cervigón, se declararon en huelga, formulando para ello pretensiones que no he de juzgar, limitándome á exponer el hecho para que el Congreso conozca sus consecuencias. El Sr. Cervigón, en uso de un derecho que todos debemos reconocerle, aprovechó aquellas circunstancias para cerrar su fábrica y vender las existencias de maderas que tenía; pero esto no pudo hacerlo, á pesar de que había realizado la venta, porque los obreros, con amenazas y coacciones, impidieron que saliera de los almacenes ningún trozo de madera.
Si estos dos hechos, que yo he presenciado, que he visto, que son públicos en la Coruña, no significan una evidente coacción, el Sr. Azcárate, en su entendimiento grande y serenidad de juicio que todos le reconocemos, ha de decirlo . Este era, pues, el estado de la Coruña cuando sobrevino la huelga de los capataces de consumos. Pero antes, como en la vida no pasa nada que no tenga su antecedente, su razón de ser, necesario es recordar, y así lo creyó también el Sr, Lombardero, los hechos ocurridos uno ó dos ó tres días antes del suceso luctuoso que en la Coruña se verificó : me refiero á la agresión sufrida por la guardia civil entre Arteijo y la Coruña. El hecho fué el siguiente: la guardia civil Se encontró de noche con un grupo de 40 6 50 personas en la carretera de la Coruña á Arteijo; los individuos que formaban ese grupo la agredieron, resultando un guardia herido de alguna gravedad . Esto viene á explicar algo de lo que después aconteció, porque al fin, la guardia civil está compuesta de seres humanos como
todos los que de tejas abajo estamos .
Con estos precedentes, como he dicho antes, acontece la huelga de los capataces de consumos, y el día 29 ó 30 de Mayo, al retirarse, de noche ya, tres ó cuatro guardias civiles de caballería hacia la Coruña, desde
las afueras donde están las casillas de consumos se encontraron con un grupo de cuarenta ó cincuenta personas que avanzaban hacia ellos, y temiendo estos guardias que pudiera acontecer algo semejante á lo
que dos ó tres noches antes había ocurrido, detuvieron sus caballos y dieron el ¡alto á la, guardia civil! ; la respuesta de aquel grupo, en el cual había muchas personas inocentes, no lo dudo, fué una lluvia de piedras y el disparo de un tiro contra la fuerza armada, y ésta hizo uso de sus tercerolas, produciéndose las desgracias que todos lamentamos, y yo más que nadie, porque me encontraba en la Coruña . Pero yo pregunto al Congreso si es lícito este constante escarnio y burla que nos vamos acostumbrando á ver que se hace de la fuerza pública, poniendo en muchas ocasiones como baluarte, defensa o escudo de los que hacen este escarnio, á pobres mujeres y niños indefensos que, naturalmente, tienen que ser las primeras víctimas de la represión que en. esos casos está obligada á ejercer cualquier autoridad, llámese liberal, llámese conservadora o llámese republicana, si los republicanos estuvieran en el Gobierno .
A cónsecuencia de estos hechos luctuosos, verdaderamente lamentables, en cuya fondo no entro, por que no hago más que exponerlos, unos cuantos obreros, la mayor parte si S . S . quiere, pero no todos, porque
eso me consta, pues he hablado con algunos que no estaban conformes con lo que se hizo, unos cuantos obreros declararon nada menos que la suspensión de la vida total de la ciudad de la Coruña durante tres días en señal de luto, según se decía ; pera esto que significaba condenar á una población á no comer, á no beber, á no existir ; esto que le parece tan natural al Sr . Azcárate, á mí y á la mayor parte de los habitantes tranquilos de la Coruña no nos pareció tan natural . Y puedo asegurar á S . S. que he hablado con una parte de los habitantes de aquella ciudad con cuya amistad me honro, no sólo con burgueses, sino con burgueses y no burgueses, y puedo asegurarle que todos estaban verdaderamente asombrados de que pudiera intentarse semejante extremo en una ciudad de 50.000 almas como es la Coruña.
A consecuencia de estos acuerdos de unos cuantos obreros, sobrevinieron coacciones, amenazas, y todo el qúe estaba en la Coruña habrá podido ver, como yo he visto, en tiendas y almacenes ; la llegada de unos cuantos obreros ordenando el cierre de aquellos establecimientos, y amenazando su cumplimiento de una manera un poco brutal, dispénsenme la frase el Congreso y el Sr . Azcárate . Se prohibió, como se ha dicho ya por la prensa periódica, que se vendieran alimentos, que se vendiera leche á los enfermos y niños en lactancia, que se recogiera agua de las fuentes públicas, no sólo á las sirvientes, Sr . Azcárate, sino á las demás mujeres, y todos los que estuvieron en la Coruña aquel día habrán podido ver en la inmediación de las fuentes una infinidad de vasijas rotas por aquéllos, que ordenaban, de esa manera agresiva, que nadie pudiera recoger una gota de agua para sus usos, hasta el punto de que los mismos presos de la cárcel tuvieron que ir custodiados por su guardia á beber en la fuente de la plaza de la Harina, frente á la residencia del capitán general y del presidente de la Audiencia de Galicia.
Hasta ese extremo llegó el escándalo . A todo esto, la fuerza pública no podía presentarse en las calles, y la prudencia, que yo voy á calificar aquí, de la autoridad, hacía que en las calles de la población no se encontrara ningún agente de la autoridad ; únicamente en las afueras de la población, en el sitio llamado Garás, había piquetes de caballería del ejército ; y yo he visto casi en la población de la Coruña, cerca de la estación, á las diez de la mañana del día en que se declaró el estado de sitio, una sección de caballería del ejército que era silbada y escarnecida por los grupos de obreros que circulaban aquel día por todas las calles de la población
En estas circunstancias, que no podían prolongarse más, estaba perfectamente justificado (y conste que yo no quiero defender á las autoridades de la Coruña, porque yo vengo solamente á relatar hechos)
que todo el mundo, con ansia, se preguntara cuándo iba á declararse el estado de sitio, el estado de guerra, ó un estado que permitiera á aquella población tranquila y honrada entrar en la normalidad de su vida .
Al declararse el estado de guerra, yo he visto en la Coruña lo que no he visto en ninguna ciudad de España, y, por desgracia, han sido varias las ocasiones que en muchas de ellas ha habido necesidad de declarar este estado anormal y de fuerza . En Valencia, en Octubre último, por causas más ridículas, pero menos graves que las de la Coruña, y en Madrid en varias ocasiones, he visto que cuando se ha declarado el estado de guerra, todo el mundo ha sabido lo que esto significa, y se retira á su casa y se prepara con medios de resistencia para una situación de fuerza. Pero en la Coruña, yo estaba en la calle Real y Rúa Nueva, cuando llegó el piquete anunciando la declaración del estado de sitio, y pude observar que al aparecer la guardia civil á caballo y la sección de caballería del ejército, ciertos elementos que estaban entre la multitud empezaron á escarnecer á la fuerza pública, arrojando sobre ella piedras, sonando un tiro, que no salió ciertamente de la fuerza pública. Publicada la ley marcial, aquellas fuerzas tuvieron que hacer uso de sus armas, y entonces se produjeron las desgracias que todos lamentamos.
Al día siguiente, y paso por altos sucesos, porque el Congreso sabe perfectamente lo que ocurrió, tuve yo que ausentarme de la Coruña, como dije antes, por tener necesidad de ir á Lugo, por cuya provincia acababa de tener la honra de ser elegido Diputado, y no encontré ningún carruaje, ni ningún hombre ni mujer que quisiera llevar mi maleta de mano á la estación, lo cual era debido á las coacciones que se ejercían contra todos ellos . Las personas que allí acostumbran á llevar los equipajes á la estación me decían que lo harían de buena gana para ganarse un jornal y llevar pan á sus hijos, si no fuera por la amenaza que habían recibido prohibiéndoselo.
Por fin encontré una pobre mujer que llevó la maleta, con la condición de que había de acompañarla un guardia de orden público hasta la estación para figurar que iba obligada por la autoridad, y así tuvo que efectuarse . Esto es todo lo que tengo que decir respecto de lo que allí presencié .
Antes de sentarme, no puedo menos de manifestar que me asombra que una persona tan competente en cuestiones jurídicas como el Sr . Azcárate, llevado indudablemente por la pasión política, se haya extrañado de que el día 1 .° no hubiera más que un proceso y luego hayan ido saliendo varios . Yo creo que esto tiene una explicación natural, y es, que en los procesos civiles y militares se van tomando declaraciones, y de éstas van resultando nuevos hechos que al principio no se conocían, de los cuales resultan procesos nuevos también .
Y no tengo más que decir, pidiendo perdón al Congreso por el tiempo que le he molestado .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : El señor Fernández Latorre tiene la palabra .
El Sr. FERNANDEZ LATORRE: Entro, señores Diputados, en esta discusión en condiciones tan anormales como desventajosas, porque siendo un debate irregular, tanto por razones reglamentarias como por
el estado moral de la Cámara, en expectación de otros asuntos de interés más general, los que nos vemos solicitados á intervenir por algún motivo en este debate, siquiera se haga tan ligeramente como yo me propongo para no molestar vuestra atención, nos hallamos en una situación dificilísima, dominado el ánimo por el temor de incurrir en vuestro desagrado y las amonestaciones de la Presidencia ; pero yo invoco vuestra benevolencia para mí y vuestro especial interés para esta proposición incidental, que ha presentado el Sr. Azcárate, á fin de que asunto de tal importancia, alcance en la sesión de hoy una solución parlamentaria.
No se trata, en rigor, de una cosa tan insignificante y baladí que no merezca la solicitud de la Cámara, á fin de llevar á una población, conturbada por dolorosos acontecimientos, esperanza para su tranquilidad y su sosiego.
Precisamente por la premura de las circunstancias y las condiciones en que viene desarrollándose esta discusión sobre los sucesos ocurridos en la Coruña, yo me habría de buen grado excusado de intervenir, con tanto más motivo cuanto que, ya viejo en esta Cámara, procuro molestarla poquísimas veces con mi palabra, porque además sé, que si el Reglamento es igual para todos los Sres . Diputados, no todos acertamos á interesar y mover el ánimo del auditorio y asociarlo al espíritu del orador, que sólo poseyendo en alto grado el don de elocuencia, puede alcanzar el envidiable privilegio de cautivar vuestra atención y esquivar los rigores reglamentarios .
Motivos todos son estos que me incitaban á alejarme del debate ; mas se ha planteado éste en tales términos que me parecería faltar á mis deberes si callase, porque siendo yo hijo de la Coruña y vecino de tan hermosa ciudad, hallándome ligado con todos los afectos de mi alma con aquellas clases obreras y habiendo sido testigo presencial de los dolorosos sucesos allí acaecidos, no he creído que podría dejar de levantar aquí mi voz, igualmente exenta de adulación para las muchedumbres como de cortesías para el poder, pero obligado por dictados de la conciencia, á traer al Parlamento el eco y la expresión de las quejas y de los agravios que yo siento por que no se hayan puesto por una y por otra parte los medios y hasta los sacrificios necesarios para evitar á aquella hermosa población los días de luto que la han entristecido .
Aquí se han presentado los hechos acaecidos en los funestos días del 30 y 31 de Mayo con una notoria y grandísima buena fe, yo lo reconozco; pero quizás no se han aducido todos los elementos de juicio para apreciarlos, todos los elementos necesarios para juzgarlos .
¿Han sido aquellos gravísimos acontecimientos una explosión inesperada de las muchedumbres, un movimiento repentino sin causa generadora que lo revele, sin antecedentes que de algún modo expliquen el terrible choque de las clases populares y la fuerza pública? Pues esto merece la pena de ser examinado, de escudriñar sus orígenes, sus causas mediatas é inmediatas, analizarlas, tratar de conocer las enfermedades y procurar los posibles remedios para que no se puedan reproducir choques tan tremendos, que causan en dos días, con las consiguientes perturbaciones sociales, la dolorosa hecatombe de once muertos y más de cuarenta heridos en las calles, y ver de llevar la tranquilidad al seno de las clases obreras, la normalidad á la población y la paz moral á una sociedad entera que precisa que todos sus elementos se aprecien y compenetren en la obra de la producción y de la concordia .
¿Qué se adelantaría, Sres . Diputados, con que la interpelación de mi querido y distinguido amigo el Sr. Azcárate no alcanzara mayor finalidad que una réplica del Gobierno, exclusivamente ceñida á los sólos hechos del 30 y 31 de Mayo? A mí me parece que para la clase obrera de la Coruña no habríamos obtenido todo lo que necesita en estos momentos, y para la tranquilidad y normalidad de la población tampoco habríamos hecho todo lo que reclama .
La Coruña, Sres. Diputados, no es, hablando con toda propiedad, una ciudad fabril é industrial á la manera de Barcelona, de Bilbao, de Gijón y otras poblaciones de España. Sus fábricas y centros industriales no alcanzan, por desgracia, la extensión y proporciones que en aquellos puntos y que fueran de desear para su engrandecimiento y prosperidad . No tiene, pues, el problema obrero la capital importancia y la extrema gravedad que reviste de ordinario en otros puntos. Pero la lucha entre el capital y el trabajo, entre el patrono y el obrero, reviste los mismos caracteres de antinomia y de lucha que tiene en todas partes. Esta ley es universal porque el régimen de la producción también lo es .
Las clases obreras de la Coruña vienen, por otra parte, soportando una crisis honda que aviva sus ansias de mejora al compás de sus necesidades, de día en día menos atendidas . No se puede desconocer que las condiciones de la vida han cambiado esencialmente en estos últimos tiempos, empeorando la situación de las clases proletarias.
El Sr. Moret lo decía el otro día con su habitual elocuencia y especial dominio y conocimiento del problema social. La depreciación de nuestra moneda de un lado, encareciendo por modo extraordinario todos los artículos necesarios para la vida, disminuyendo por el demérito de nuestra moneda el valor efectivo del jornal y aumentando el de las cosas, hace más difícil y penosa la vida del obrero .
Pues á esa causa de carácter general hay que añadir otras puramente locales, que han contribuído á empeorar y hacer más precaria la vida del proletariado en la Coruña. La crisis industrial y comercial que ha originado para aquella población la pérdida de las colonias, el aumento considerable que han sufrido todos los artículos de primera necesidad, la insuficiencia y carestía de las viviendas, todo, en una palabra, lo que se precisa para la existencia, ha aumentado de precio considerablemente, y sólo han permanecido estacionados y aun disminuídos los jornales .
Tantos elementos de miseria y malestar no podrían dejar de producir desasosiego y disgusto en el espíritu de los obreros coruñeses de penetración viva, abiertos al influjo de todas las ideas progresivas,
muy demócratas y liberales, y de una especial aptitud para el ejercicio de todas las libertades é iniciativas encaminadas á la mejora de su triste condición social y de la regeneración económica .
Tan admirables disposiciones fueron hábilmente aprovechadas por ciertos elementos directivos del movimiento obrero nacional, para organizar en grande escala en la Coruña las sociedades de resistencia y las huelgas parciales, y quizás el ensayo de un paro general, como el que tuvo lugar en los últimos días del mes de Mayo.
Y así se fueron organizando rápidamente numerosas sociedades de resistencia, y principiaron á practicarse incesantes y sucesivas huelgas parciales que á un mismo tiempo se encaminaban al mejoramiento y subida de los jornales y reducción de las horas de trabajo y á lograr que todos los trabajadores ingresaran en las respectivas asociaciones . Así, las huelgas han obedecido allí al principio general y predominante que informa este movimiento en casi todas partes, y especialmente en Inglaterra, en donde todos los Sres. Diputados saben mejor que yo que ha habido en el año de 1900 cerca de 800 huelgas y más de 180 .000 huelguistas, de cuyo número solamente unos 100 .000 fueron á la huelga por el aumento de salario, y los demás por rehusar los propios obreros el trabajo en unión de los que no eran asociados .
Pues este sentido es el que han revestido las últimas huelgas en la Coruña .
Así el movimiento y la organización de las clases obreras de la Coruña ha respondido quizás más al sentimiento vivísimo de una necesidad, que á la conciencia serena, reposada y laboriosa de los medios para satisfacerla. Y como toda huelga trae ó implica, según la observación de Hodgson, una nueva máquina y obreros para dirigirla, ha resultado que las huelgas en la Coruña dieron por resultado el aumento de máquinas de aserrar madera y aparejamiento de la misma, la fabricación y empleo de piedra artificial, la ocupación de numerosos obreros forasteros portugueses y catalanes, y como consecuencia de todo esto un mayor y más sensible divorcio entre los obreros locales y los patronos, divorcio y antagonismo que en definitiva no podía conducir á ninguna solución favorable para el mejoramiento de las condiciones materiales de la vida del obrero . En tales condiciones, era el choque inevitable. Los que tuvimos la ocasión de preverlo, no alcanzamos, sin embargo, la fortuna de disponer de medios y recursos para evitarlo. Pero, ¿cómo se produjo al fin el terrible conflicto?
Quizás los mismos que tuvieron el deber de evitarlo fueron quienes lo promovieron y precipitaron, usando de medios tan sangrientos como desproporcionados, con la propia inconsciencia con que habían
visto, sin intentar siquiera apagar el incendio, hacinar los elementos precursores de la catástrofe del día 30 .
Ya comprenderá el Congreso que yo no estoy en el caso de hacer una nueva relación de los acontecimientos del 30 y 31 de Mayo . Ya no me toca más que lamentarlos ; pero debo, si, decir que tengo la evidencia y el convencimiento de que no hay un solo obrero en la Coruña capaz de volver á coadyuvar ,a que aquella situación se repita, porque las primeras victimas y los primeros perjudicados por aquel movimiento fueron sus propios compañeros, y los perjuicios que se causaron á la población los sufrieron ellos, como los sufrieron sus hijos .
Ahora bien ; hay que llevar á las clases obreras de Coruña, á aquella sociedad conturbada, palabras de consuelo y de esperanza de una mejor situación, y hay que decirles que los obreros tienen el derecho perfecto, que han ejercitado, y deben seguir ejercitando, de mejorar su condición, y que podrán hacerlo dentro de la legalidad, y sin los peligros y trabas legales, pero arbitrarios, que envuelven las vaguedades del concepto contenido en el art . 556 del Código penal, artículo que debe desaparecer por propia iniciativa del Gobierno.
Es indispensable y urgente levantar el estado de guerra en la Coruña, devolver aquella sociedad á la vida del derecho común, y restituir la libertad á los detenidos contra quienes no resulten cargos, ya que allí sólo hay seis operarios en huelga, y absolutamente ninguna obra paralizada ; pero donde están todos los ánimos verdaderamente entristecidos, porque se hallan bajo la acción de los tribunales militares, y sometidos á sus rigores ciento cuatro operarios, y, por consiguiente, ciento cuatro familias, cuya situación en el orden moral, como en el orden económico,
es digna de atención y de que se procure ponerle inmediato remedio ; porque de la situación de esas familias no puede menos de condolerse toda la Coruña.
Pero, además, y al lado de esto que espero que el Gobierno atenderá lo antes posible, yo quisiera otra cosa, Sres . Diputados: que el Gobierno, y no sólo el Gobierno, sino los mismos obreros de la Coruña, procuraran su mejoramiento por medios menos violentos y menos nocivos para los obreros que los empleados basta aquí ; porque es cosa que me entristece, que en aquella población donde dominan las ideas democráticas, que llevan mayoría de liberales y republicanos al Ayuntamiento, no haya habido hombres de bastante amor á las clases populares para crear allí una escuela de artes y oficios y una escuela de enseñanza elemental para las clases obreras, ni para hombres, ni para mujeres, instituciones como otras de beneficencia y protección de que se hallan tan necesitados ; porque aquella es una población donde el obrero no tiene ningún género de enseñanza, donde no se ha creado ninguna institución en beneficio de las clases proletarias, ni por iniciativa privada, ni por iniciativa del Municipio, ni de los Gobiernos . Yo quisiera que ya que hablamos aquí de resolver las cuestiones sociales, no nos limitáramos solamente á presentar esos proyectos que tan elocuentemente enunciaba el ilustre orador D. Melquiades Alvarez, fomentando la creación de sociedades obreras, y dándoles ciertas ventajas, que en realidad no sé hasta qué punto y en qué términos pudieran tener eficacia, como la contratación de obras públicas y otras cosas análogas, puesto que necesitarían algún capital para el adelanto de jornales en el período que se tardase en cobrar el importe de las obras hechas y certificadas ; pero que llevemos una cosa de que en España se carece casi en todas partes y desde luego en la Coruña y apenas se tiene en Barcelona, y se carecía de ella, hasta hace poco en que se creó por iniciativa particular, en Bilbao ; y es, una enseñanza técnica que dé al obrero condiciones, de un lado, para la salud del cuerpo, y de otro, para preparar sus aptitudes, su porvenir y su espíritu á una más holgada
vida económica y al pleno goce del derecho en la sociedad . He dicho . (Muestras de aprobación . )
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez): El señor Ministro de la Gobernación tiene la palabra .
El Sr. Ministro de la GOBERNACION (Moret): El Sr. Azcárate tiene mucho que perdonarme en este debate. El otro día, la urgencia de uno de los Sres. Diputados que tomaron parte en él, me obligó á contestarle á él exclusivamente, sin esperar á que los demás señores usaran de la palabra . Y en el día de hoy he creído entender que el Sr . Azcárate prefería que las personas aludidas expusieran su opinión.
Si no hubiere acertado en esto, y las condiciones del debate exigían que le hubiera contestado inmediatamente estaría en una situación de aquellas que exigen que pueda ser dispensado . Si he interpretado bien el pensamiento de S . S., estará de sobra toda esta explicación .
Con el debate de dos días, y con los muchísimos datos traídos a él, no es fácil que intente uno de los debates de resumen que no conducirían á nada en este asunto. Por la dirección que el Sr . Azcárate ha dado á este debate, la cuestión me parece muy clara y bien definida en dos puntos. El primero, cumpliendo con una misión que evidentemente se impone, que es la de examinar estas cuestiones en que entra la fuerza en estos casos de conflicto, por el derecho para reducirlo á sus limites, para impedir el exceso, para tratar de crear, para crear, en una palabra, jurisprudencia en costumbres políticas . A eso obedeció su discurso del primer día . Y el segundo punto, en el cual han coincidido todos los que han hablado, muy especialmente el. Sr. Marqués de Figueroa y el Sr. Latorre, se refiere á conocer, á definir las intenciones del Gobierno, á saber cuál es el porvenir que espera á este estado de la Coruña, si se ha de resolver pronto, y cómo se va á resolver ; á cuya pregunta tengo yo que contestar, recordando especialmente lo que el Sr . Marqués de Figueroa decía de concluir pronto, pero sobre todo de concluir bien.
Y si esto no fuera una buena máxima de gobierno, lo que he oído esta tarde á los señores que han tenido á bien ilustrar este debate, me haría comprender que lo de concluir bien es más esencial todavía que lo de concluir pronto ; porque el estado de la Coruña es un estado de perturbación, de malestar social, de desgracia . Ya digo con esto que el criterio del Gobierno es aquel segundo extremo del dilema que el Sr . Azcárate indicaba y el de hacer justicia ; cuidarnos, no tanto de tener buenas leyes, porque éstas se van haciendo poco á poco y con el concurso del tiempo, cuanto de aplicarlas de tal manera que nadie pueda decir que hay arbitrariedad ó deseo de perjudicar inútilmente . Pero partiendo de esta base, aunque yó no he de hacer historia, me es absolutamente indispensable fijar algunos puntos que quiero recordar á la Cámara, después de todo lo que se ha hablado, porque sin ellos no me sería posible fundar el razonamiento que tengo que hacer en contra de lo manifestado por el Sr . Azcárate . El Sr. Azcárate dice: Las fuentes de conocimiento que aquí tenemos son los no muy numerosos y expresivos telegramas oficiales y la prensa local. Dejemos lo de los telegramas . Yo, por mi parte, no teniendo más, no podía dar más, sobre todo en esta manera de vivir rapidísima y con estos antecedentes, porque poco más que estos informes son los que se pueden obtener mientras los sucesos se desarrollan . Cuando éstos han concluido, yo he pedido á todos los gobernadores una Memoria de los hechos ocurridos, algunas las conoce el Sr . Azcárate,
con objeto de poder formar lo que pudiéramos llamar la historia sociológica de este período en España, á fin de sacar la enseñanza que la experiencia, bien dolorosa del presente, nos deja para lo porvenir.
Pero respecto á las fuentes de información, yo tengo que rectificar las aserciones de S. S., porque la prensa local no habló durante tres días . Por un hecho que saben sin duda y que pueden explicar los que allí estuvieron, los periódicos no se atrevieron á hablar en los tres primeros días, y cuando al fin hablaron, presentaron tres clases de versiones, es decir, no ocultaron ninguna de las versiones de las diferentes partes, pero hicieron ver que eran distintas y aun contradictorias . Y como este precisamente es punto esencial, yo necesito decir la que considero una fuente de información más completa, y esta es la serie de telegramas y cartas publicadas, desde la fecha del día 3 por la noche, por el corresponsal especial enviado por El Imparcial. Este corresponsal llegó allí á raíz de los sucesos, recogió todos los datos, ha insistido varias veces en lo mismo, se ha ratificado en sus propias cartas y ha presentado una versión que concuerda mucho con lo que aquí he oído en el debate ; pareciéndome hoy, después de todo lo que he escuchado, que es una relación muy exacta y que responde á la realidad de los hechos .
Hay por eso que tener en cuenta una cosa, y es, que los precedentes del acontecimiento que estalló el día 30 de Mayo son de suma gravedad, no por haber habido otras huelgas, no, esto importa poco, sino porque el día 14 de Abril, en una reunión celebrada en la Plaza de Toros, ese mismo agitador citado por el Sr. Lombardero, el Sr. Planuch, había dicho lo que iba á suceder, había trazado el programa y había amenazado con esto que ocurrió el 31, cuando hubo un pretexto ó un motivo para que las sociedades de resistencia lo llevaran á cabo . Y traigo esto al debate, y lo someto á la consideración del Sr . Azcárate, porque prueba efectivamente una premeditación, una organización, una cosa distinta de lo que es una huelga, que es precisamente mi diversidad de criterio con el que S . S. ha tenido en esta cuestión .
Se une á esto el hecho especial, ya repetido en la Coruña, de mostrar siempre aversión y antipatía á la guardia civil, mientras que en muchas ocasiones se gritaba “viva el ejército” en cuanto veían soldados en la calle, manifestando así una diferencia de apreciación entre las fuerzas militares que pudiéramos llamar á la disposición del gobernador civil y las fuerzas militares á la disposición del capitán general ; cosa notable que explica los sucesos que ocurrieron dos días antes en una romería, y contra la cual protesto con toda energía, pórque entiendo merece una protesta la censura especial que se ha hecho de algunos actos de la guardia civil .
No es que cumpla yo aquí un deber defendiendo á aquellos subordinados que, estando bajo mis órdenes, tienen derecho á ser defendidos, que no han sido culpados, sino porque tengo tal convicción de la manera que la guardia civil cumple sus deberes, que considero de justicia tributarle un elogio . Y para ello apelo al testimonio de los Diputados de Andalucía, que han visto lo que ha hecho la guardia civil en la serranía de Bornos, donde se presentó la huelga agraria con carácter imponente ; cómo se ha manejado en las huelgas de Carmona, Lebrija y Granada, donde también se ofrecieron síntomas alarmantes; la manera que tuvo de obrar como árbitro en las cuestiones que con aquel motivo se produjeron, procurando una avenencia, que consiguió muchas veces en beneficio de los obreros ; como ha sucedido también en Badajoz, donde la guardia civil se ha multiplicado, y no ya sólo los soldados y los oficiales, sino los jefes, para acudir á todas partes y conseguir llegar á tiempo.
Y cuando esta fuerza ha procedido de tal modo y ha prestado tales servicios á las clases obreras, es muy sensible que el Sr . Azcárate se hagá eco de afirmaciones vulgares, y lo es también el oir que otras personas, de cuyo buen criterio tengo pruebas, lo consideran del mismo modo, creyéndose autorizadas á emplear calificativos verdaderamente deshonrosos .
Por lo tanto, faltaría yo á la noción más elemental de justicia, si no hiciera una afirmación rotunda : la de la rectitud, acierto y corrección con que la guardia civil se está conduciendo en todas partes .
Yo conozco al Sr. Azcárate, estoy seguro de la rectitud de su juicio, y le ruego que, dando entera fe á la sinceridad de mis palabras, estudie bien los datos de esta cuestión por lo que á la guardia civil afecta, y no insista en calificativos como los que el otro día usó, que son contrarios á la justificación de S. S .
Y llego ya en en mi razonamiento al punto culminante. No hay que hablar de la huelga, á la que vulgarmente se ha calificado de huelga de consumeros, porque en nuestro idioma, á imitación de lo que se hace en el idioma inglés, usando un sustantivo, un verbo o un adjetivo, se expresa, con solo una palabra, un término de resumen ó concentración .
¿Cuándo empezó el choque? El Sr . Azcárate se ha limitado á hacer una ligera indicación, porque no tenía datos bastantes, sobre lo que verdaderamente significó aquel terrible momento de la noche del 30 de Mayo ; pero otros Sres . Diputados han hablado con claridad. Llegaban en el tren los nuevos empleados que había contratado la Compañía arrendataria de consumos para reemplazar á los huelguistas ; se sabía que desde el tren iban á ir al fielato de Caballeros, y este hecho le afirma también el Sr . Lombardero ; se sabía la irritación que este hecho iba á producir en los elementos que estaban declarados en huelga, y la guardia civil estaba allí para impedir el choque, custodiando el fielato . No se sabe cómo salió un tiro, al tiro sucedió la pedrea, la guardia civil intervino y ocurrieron las agresiones . Advierto que al relatar este hecho no me refiero á los despachos oficiales, sino á versiones de las personas que allí estuvieron .
¿Que pasó al día siguiente? Aquí, sí se relaciona como lo refirió el Sr. Azcarate. ¿Era una huelga? Pórque esto es importantísimo (y el Sr . Marqués de Lema me va á permitir que desde ahora le llame la atención), para la calificación por las autoridades y por los tribunales que intervienen en estos sucesos .
¿Era una huelga de obreros? El Sr . Fernández Latorre lo acaba de decir, anticipándose á mi pensamiento, y el Sr . Azcarate también lo decía con su admirable instinto. No, fué un acto en señal de duelo: allí no había cuestión de trabajo ni de trabajadores; había una manifestación de amistad entre las clases obreras; había una manifestación de fuerza de un poder que se había venido organizando, á lo cual aludía el Sr. Lombardero, refiriéndose á las autoridades anteriores que consentían la celebración de juntas, que precedieron para la organización especial de sociedades de resistencia ; de un poder que venía actuando, que venía dirigiendo los movimientos de los huelguistas y venía poniéndolos en relación con los patronos, bajo aires de amenaza y coacción.
El acta de la primera huelga de los empleados de consumos, que terminó con la intervención de las personas á quienes antes se ha aludido, y las diferentes comunicaciones que he leído y que aquí tengo, referentes á las intimidaciones que se hacían á los empresarios de trabajos, prueban cómo se venía formando esta fuerza, este poder ; aquéllo que el señor Marqués de Figueroa no se explicaba, aquéllo que no respondía al modo de ser de los obreros de Coruña, sino á otras personas idas y venidas de fuera y á una organización especialísima .
Se manifestó, pues, en ese día, con motivo de los sucesos, una cosa especial que sabían sin duda muchas personas y que no ignoraban otras, que fué un verdadero poder, una fuerza, una organización que desafiaba á las autoridades y que se ponía enfrente de ellas. Ellos fueron á ver al gobernador y le anunciaron que iban, durante tres días, á paralizar la vida pública de la Coruña en todas sus manifestaciones; y yo declaro, señores, que cuando he visto lo que ha sucedido y he tenido los datos, y vuelvo á referirme á la relación del corresponsal de El Imparcial, y á aquello que ha sido relatado ya en esta Cámara, no he visto, ni en el extranjero, ni mucho menos en España, una manifestación tan completa, un arte orgánico destructor tan bien organizado, tan bien llevado á la práctica como el que estalló y salió á las calles de la Coruña el día 31 de Mayo .
No es extraño que las autoridades quedaran sorprendidas, no lo es; cualquier autoridad lo hubiera sido; porque, realmente, á no estar en el secreto de la cosa, no se puede comprender que no hubiera leche para los enfermos, que tuviese que suplicar un teniente alcalde que le permitieran llevar elementos de curación al Hospital, que la Junta de esas Asociaciones deliberase si se lo permitiría y que por la mayoría de un voto se le consintiera ; que no pudiera salir el correo, que no salió, porque el mayoral tuvo que abandonar el coche que iba á llevarle á Santiago, porque le amenazaban de muerte ; que sólo con las parejas de la guardia civil se pudiera hacer el desembarco del pasaje de El Ferrol; que todo esto ocurriera ; y esto no hubiera podido ser si no hubiera habido una organización poderosa, que sorprendió y paralizó en los primeros momentos á las autoridades .
Alguien ha indicado, no sé quién, que el bando militar se escribió, y es que no pudo imprimirse porque no hubo obreros ni imprenta en donde, en las primeras horas, se pudiera imprimir .
En esa situación la Coruña, debió experimentar una impresión de pánico y de sorpresa, como seguramente la habríais experimentado cada uno de vosotros si os hubierais encontrado allí en aquellos momentos. ¿Cuántas horas duró aquéllo? No hay para qué averiguarlo ; me basta consignar el hecho, y luego añadir que cuando salió la fuerza militar á publicar el bando, detrás de esa fuerza militar vino el tumulto, y á medida que el bando se ponía en las esquinas era arrancado, é inmediatamente empezó la agresión con el grito, con la piedra y con los tiros. Porque si alguien preguntaba dónde estaban las armas, ya nos lo dijo uno de los Sres Diputados: las armas que tenían los empleados de consumos estaban depositadas en el Centro obrero, y por consiguiente, allí estaban y desde allí hicieron ese daño mortífero .
Y aquí es momento de que diga al Sr . Azcárate una cosa que me han referido muchas personas que estuvieron en la Coruña aquel día, y que es necesario repetir, para que quede como un dato de estas luchas civiles. Aquellas dos pobres muchachas muertas, y aquella mujer herida (no está aquí ahora uno de los Diputados que me lo refería en otra ocasión, pero varios de los que me oyen lo saben) fueron heridas, cosa extraña, por la misma bala, y fueron heridas en una dirección horizontal, paralela á una fachada, y, por consecuencia, en una situación contraria á la que ocupaba la tropa, que es la que hizo fuego. No es, pues, imputable á la represión, aunque esto sería desdicha irremediable, esa gran desgracia ; lo debe ser á alguna otra fuerza, á alguna otra persona, á algún otro elemento de los que allí luchaban, que de esa manera hizo fuego sobre la población indefensa.
¿Qué es, pues, este hecho? ¿Es uno de los hechos que pueden caer dentro del art. 156 del Código penal? No; no entiendo que se pueda aplicar ese articulo. Yo respeto, no juzgo a los tribunales cuya conducta y motivos para proceder desconozco en absoluto y no puedo conocer pero yo digo que en lo ocurrido aquel día en la Coruña, que a mis ojos la penalidad en que han incurrido los que realizaron aquellos hechos, que la parte del Código penal que debe aplicárseles es, pura y simplemente, el título de la sedición; y es el art. 250, que en su número segundo define claramente en qué consiste: “impedir a cualquiera autoridad, Corporación oficial o funcionario público, el libre ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus providencias administrativas o judiciales”.
Definido así el hecho, y el mismo Sr. Fernández Latorre hace un momento, sin tratar de definirle le calificaba definido como un hecho sedicioso, la consecuencia era indudable, la consecuencia era la aplicación de todos los artículos de ese título del Código y los artículos complementarios que figuran allá en el final del Código: los arts. 556 y 557.
Ahora bien; el Sr. Marqués de Lema se ha servido preguntarme cuál es la interpretación que el Gobierno hace de la legislación vigente, y cuáles las instrucciones que ha dado sobre estos casos. Yo se lo diré a S.S. muy brevemente.
La interpretación de la ley vigente en cuanto puede aplicarse a las huelgas de los obreros, es que esa legislación no puede subsistir por más tiempo; que el único artículo del Código penal aplicable, el 556, tomado del Código de 1848, modificado sólo con el adverbio “abusivamente”, es tan arbitrario, es tan falto de criterio, que no se puede exigir la responsabilidad a los obreros, ni casi se puede aplicar, con conciencia tranquila y completa en ningún caso.
“Abusivamente”. Pero, ¿qué es lo abusivo? ¿Dónde ha de estar el abuso?¿En la especie, en la materia, en el procedimiento, en la manera de obrar?¿Donde está el abuso? Esa palabra, en manos de cualquier tribunal o de las autoridades civiles, crea una gran confusión; y en el momento en que la perturbación llega, cuando el orden publico que estaba amenazando viene a perturbarse, la palabra abusivo se presta a sacar con razón de ella un gran partido, dando lugar a que para recomponer aquello que está descompuesto se vaya más lejos de lo que debiera irse, en contra del derecho de reunión de de asociación, y en contra de la libertad de los obreros para reunirse.
Así, pues, Sr. Marqués de Lema, yo entiendo que la legislación necesita ser modificada, y algo sabe S.S. de ello, porque sabe que, fundado en estas razones, he pedido un informe a la Comisión de reformas sociales, la cual ha tenido a bien, redactarle ya, y en ese informe se propone la derogación del art.556, y una nueva legislación que señale a cada uno su derecho y le imponga al mismo tiempo el límite de su deber.
En cuanto a mis instrucciones a los gobernadores, S.S. las adivina sin que yo se lo diga; mientras sea posible, procurar que los obreros estén dentro de la ley, llamarlos, oirlos, favorecer la asociación, no proceder contra ellos con violencia, predicarles y hacerles ver cuánta ventaja tiene para ellos el moverse dentro de la esfera legal; y en el último extremo, cuando la autoridad dice: ya está aquí la coacción, la violencia y la fuerza, entonces, como dije el otro día, bajar la cabeza ante la necesidad y cumplir la ley, porque el cumplimiento de la ley es entonces preciso para amparar los derechos y los intereses que están amenazadas, incluso y muy especialmente, y en primer término, los de los obreros a quienes no se deja trabajar.
Así puede S.S. muy bien explicarse esas indicaciones que encuentra contradictorias y que no lo son; S.S. las ha encontrado en algunos de nuestros compañeros que han hablado aquí, se pueden encontrar en la autoridad; cuando se va por un camino de benevolencia y de paz a lograr un fin provechoso para todos, y la fuerza y la violencia surge en ese camino, parece que hay contradicción entre la bondad y el cariño con que en los primeros momentos se obró, y la energía y la fuerza con que hay que proceder después.
A este propósito, y como S.S. ha dicho ciertas palabras respecto del telegrama del gobernador de Sevilla, me apresuro a decir que esa idea, que tuvo un momento aquella digna autoridad, era completamente equivocada; que la unión nacional no ha intervenido para nada en aquellos disturbios, y que hasta los nombres que se daban en ese telegrama no tienen nada que ver con personas que, al menos que yo sepa, hayan pertenecido a la unión nacional.
Vamos a la parte final y decisiva, porque me parece que os molesto demasiado. El Sr. Azcárate, como el Sr. Marqués de Figueroa, como el Sr. Fernández Latorre terminantemente, y como todos los demás señores que han hecho indicaciones análogas, han querido, han buscado que el Gobierno diga cuál es su pensamiento respecto al estado de guerra en la Coruña, y cuál es su intención respecto al modo de remediar la situación horrible, penosa y triste, que allí se ha creado. Mi contestación es bien sencilla. El Gobierno se ocupa de ello, y ha pedido los informes necesarios para dar por terminado el estado de guerra en la Coruña.
Al querer hacerlo como pide el Sr. Marqués de Figueroa, desea que esté todo terminado en la esfera de los tribunales, con objeto de que inmediatamente el Gobierno pueda aplicar un remedio, sin dejar pendientes y como enlazadas, causas, persecuciones y acusaciones que no permitieran tomar una medida general sobre esos sucesos. Entiendo que obrará el Gobierno bien y lo terminará cuando haya deshecho absolutamente una organización de fuerza que no tienen que ver nada con los intereses de la clase obrara, una intimidación que es lo que nos ha traído a estos sucesos, y una manera de querer dirigir a los obreros apremiados por la necesidad, que ha dado por resultado que corra la sangre en las calles y que hay 104 familias completamente sin pan y desprovistas de todo recurso, porque sus jefes y los que las alimentan y sostienen están entregados a los tribunales. Vendrá después algo más, y perdónenme los Sres. Diputados que hable con una libertad que algunos creen que es excesiva cuando se está en este banco; pero yo tengo circunstancias atenuantes para expresarme de este modo.
Después, tomando el ejemplo de un gran país, yo seré partidario de una gran misericordia, de una gran indulgencia; y lo seré, no por mi estado de ánimo, no por tendencias mías, sino, como he dicho antes, siguiendo un gran ejemplo; porque entiendo que cuando los obreros, ignorantes y desprovistos de los conocimientos necesarios para apreciar la gravedad de las consecuencias, y a quienes nada se les ha dicho respecto de las leyes ; cuando la legislación, como he indicado, es confusa y difícil ; cuando todo
esto se suma, uno de los medios de educación, uno de los medios de mejora y de pacificación es decir : «ten cuidado, yo le he aprendido á tu costa» ; pero tenemos el conocimiento que hace á la responsabilidad
ir hasta su máximum, y justo es que la sociedad cumpla las otras condiciones de misericordia, de indulgencia y de afecto fraternal para que estas cosas terminen sin ulteriores consecuencias, y se entre sin rencores y sin odios en esa otra era de inteligencia, de aproximación entre el capital y el trabajo, que no sé por qué no había de regir en la Coruña, y que jamás ha regido, como ya hemos oído á muchos representantes; porque allí el orden ha sido perturbado por elementos extraños, y aquí cambia la idea de las huelgas para mejorar el salario, por la idea de las huelgas como poder político . Cuando esto haya sucedido, y creo que está sucediendo, todo podrá quedar en paz y acabar de una manera terminante.
Esto es lo que yo puedo decir al Sr . Azcárate, con el deseo de que le satisfagan las indicaciones que en nombre del Gobierno acabo de hacer.
El Sr. AZCARATE: Pido la palabra .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : La tiene S . S .
El Sr. AZCARATE: Bien quisiera poder decir al Sr. Ministro de la Gobernación que me satisfacía su respuesta, pero con mucho sentimiento mío, no me es dado hacerlo . He de comenzar rectificando lo relativo al valor de los periódicos, como fuente de conocimientos . Al contrario, yo dije que faltaban muchas fuentes de conocimientos, porque con el estado de guerra no habían podido decir los periódicos locales lo que hubieran podido decir sin ese estado ; y de ahí que yo hube de valerme de los recursos de que se vale uno cuando quiere reconocer la exactitud y la verdad de los hechos.
Hoy han venido nuevas informaciones : la del digno Sr. Diputado Abella, á quien agradezco sus bondadosas frases, y la del Sr. Fernández Latorre,
y debo declarar que no me han hecho cambiar de juicio respecto de los hechos: primero, porque, si de testigos presenciales se trata, si el Sr. Abella lo fué, más presencial lo fué el Sr. Lombardero, porque respecto de algunos hechos, parece que estuvo más próximo de ellos que S . S .; y segundo, porque yo he pedido informes á otros testigos presenciales, de vista, de uno y de otro lado, entre ellos á algunos que por conocerlos de antiguo y conocerlos bien me merecen entera confianza. Pero sea de esto lo que quiera, yo he de decir, lo mismo á estos Sres . Diputados que al Sr. Ministro de la Gobernación, en primer lugar, que no tenía para qué ocuparme de antecedentes remotos en relación con el aspecto que pueda presentar en la Coruña la cuestión social, porque no era ese el objeto de mi interpelación ; y en segundo lugar, que hay aquí algo de que el mismo Sr. Ministro y los Sres . Diputados se han olvidado por completo, porque aunque resultara justificada la represión llevada á cabo por la guardia civil, lo que falta demostrar es que era la justa y la debida, y no ilegal y excesiva, que es el calificativo que yo la he dado .
El Sr. Ministro de la Gobernación me excitaba á que pensara bien si eran justos esos calificativos . En primer lugar, cuando se trata de un hecho concreto, de un instituto armado, no hay para qué extenderlo á todos como si á todos alcanzara. (El Sr. Ministro de la Gobernación: Su señoría lo hizo .)
¡Ah, no! ¿Cómo había yo de decir eso? Me refería á los que llevaron á cabo aquel hecho . Hasta he oído decir que la guardia civil, sobre todo la del atentado del 31, no era la de la Coruña, sino la de fuera de la Coruña, llevada allí á causa de lo sucedido en esa romería ; y es verdaderamente casual que el señor Ministro de la Guerra, al frente y á la cabeza de los documentos relativos á los sucesos de la Coruña, mande dos telegramas que se refieren al de aquella romería. Pero lo que es con relación á hechos concretos, porque ni el Sr . Abella ni el señor Ministro de la Gobernación se han atrevido á defender la barbarie que resulta, cuando á consecuencia de esa represión aparecen varios muertos y diez heridos, por la espalda todos ; con relación, repito, á esos hechos, se revela perfectamente que no había necesidad de la represión porque al menor movimiento huían ; y como dice el adagio: á enemigo que huye, puente de plata .
Lo que ocurre es que los institutos armados tienen un carácter especial, un carácter militar, que á veces hace que los conflictos se agraven, porque lo que aconteció en Gijón revistió mayor gravedad, pues que allí sucedió, acaso por primera vez en España, el paro de patronos al lado del de los obreros, y se resolvió el conflicto gracias á ser modelo de discreción la conducta del comandante general de aquella plaza .
Pero hay otros generales que profesan esta regla de conducta: á la primera pedrada, fuego . Y yo digo que eso no es posible, ni humano, ni legal ; á la primera pedrada, lo preciso para la represión, y nada más. Pues qué, Sr. Ministro de la Gobernación, lo que aconteció en la noche triste á que me he referido, en la romería de Santa Isabel ; aquello que se hizo respecto al instituto armado, ¿iba á salvar la conducta de todos sus individuos? Pues lo propio digo de esto .
El Sr. Ministro de la Gobernación ha hecho la indicación de que el tiro que hirió á dos criadas en el hotel de Francia venía del local de los obreros .
¡Cosa rara! Está la tropa en la calle y los obreros tiran á un piso tercero del hotel . ¿Y el muerto en la calle de San Andrés, que está á una legua del edificio del círculo de los obreros?
Otra pregunta. La bala de una carabina de las que usan los del resguardo, ¿es capaz de atravesar á dos personas? (El Sr. Abella : Llegaban á la bahía, á
los cañoneros que estaban allí, las balas que salían del centro de oficios de la Coruña . )
Pero ¿es que el Sr . Abella vió los disparos? (El Sr. Abeila : Sí, señor ; estaba yo allí .) ¿Los vió S . S.?
(El Sr . Abella: Es decir, los sentí, no los ví .)
¡Ah! los sintió . Porque yo tengo entendido que se ha llegado á decir que no había tercerolas en la Coruña, aunque después se dijo que había varias pero sobre todo hay que tener en cuenta, Sres. Diputados, el hecho de resultar dos guardias civiles heridos á pedradas y nueve muertos y 40 heridos de bala. ¿Cabe cosa semejante ?
Pero el Sr. Ministro de la Gobernación tampoco me ha dejado satisfecho en la cuestión legal : en esto me ha producido una verdadera decepción . Yo celebro que S. S. reconozca conmigo, rectificando su juicio, como creo que lo rectificará el Sr. Ministro de la Guerra, que no tiene aplicación el art. 556 ; pero me dice que era aplicable el art . 150, que trata de la sedición. ¡Eso sedición! No me sorprende, por que según telegramas que tengo se han formado diferentes causas en la Coruña, cosa que no me extrañaba, Sr. Abella; lo que me extrañaba es que se improvisaran
las causas, tratándose de hechos realizados antes de la declaración del estado de guerra, y se justificaran en esta forma.
En el Juzgado ordinario civil hay causas contra los del resguardo por abandono de destino y contra las Juntas directivas de las sociedades obreras por inducción á la huelga, que, según el Sr . Ministro de la Gobernación, es punible, cayendo dentro de ese artículo del Código penal ; y respecto de la autoridad militar, insulto, sedición, resistencia, disparo y además un delito que no entiendo, el de supuesta coacción á sociedades obreras .
A mí me ha sorprendido mucho lo de la sedición, pero me ha sorprendido más oir al Sr. Ministro de la Gobernación que este era el caso ; porque,
respecto de este artículo que he citado, no sólo hay que leer el párrafo que S . S. leyó, porque, después de todo, no sé qué clase de sedición ejercieron los obreros ó los huelguistas, sino que hay que tener en cuenta el primer párrafo del artículo que dice que son reos de sedición los que se alzan pública y tumultuariamente para conseguir por la fuerza ó fuera de las vías legales cualquier hecho de los que expresa á continuación, entre los que está el de ejercer, con un objeto político ó social, algún acto de odio ó de venganza contra los particulares o cualquiera clase del Estado. Pero ¿dónde estaba el tumulto, si inmediatamente antes se acababa de poner el bando en la pared? ¿O es que en el momento en que hay una pedrada ó un tiro el tumulto que esto produce puede significar levantarse tumultuaríamente contra la fuerza? Pues entonces, Sr . Moret, estamos expuestos la mayor parte de los españoles á estar sometidos á procesos de sedición . Y si los hechos anteriores á esos sucesos eran punibles, ¿por qué no se abrieron las causas con siguientes y por qué no se han perseguido? Y después de declarado el estado de guerra, ¿á qué ese proceso por hechos anteriores y posteriores á tal estado? Mi amigo particular el señor
Marqués de Lema pedía explicación sobre el artículo 556 del Código, acerca de la interpretación que podía dársele, y ya he dicho, porque la práctica lo demuestra, que ese artículo ha caído en desuso por la imposibilidad de aplicarlo, y que si tiene alguna interpretación no puede ser otra sino la de entender que el adverbio de modo que contiene se aplique sólo para el caso de coacciones y amenazas, pero no para el estado de guerra .
El Sr. Ministro de la Gobernación explicaba de un modo especial, ya que no podía entrar en ese artículo, la huelga ó el paro del día 31 de Mayo, y lo explicaba diciendo que allí apareció un poder político, una fuerza que llevó á cabo un acuerdo de índole tal, que no tiene precedente en España, y
quizá tampoco en el extranjero . Yo desconozco el carácter peculiarísimo de esa huelga, la gravedad y la trascendencia que pueda tener; pero, ¿qué entiende S . S. por poder político? Porque si eran manifestaciones de que ese acuerdo tenía medios de ejecución, como lo demostraron los hechos, y yo creo que las coacciones y las amenazas no fueron secretas ; si era una manifestación de que tenían medios de ejercer sus funciones, ó para poder organizarse, contando, con una fuerza (y ojalá todas las demás clases sociales aprendieran esto), yo encuentro que hay mucha diferencia de esto á ser un poder político .
Y porque eso se hace cada día, pueden estar más y mejor organizadas esas gentes y pueden contar con más fuerzas . ¿Pero es esto, acaso, una cosa punible ?
Por último, tampoco puedo darme por satisfecho con la última declaración del Sr. Ministro de la Gobernación, y lo mismo ha sucedido á todos los señores Diputados que han tomado parte en este debate, tanto al Sr. Fernández Latorre, como al Sr . Marqués de Figueroa, como al Sr . Lombardero, como al que os dirige la palabra, relativa á saber cuándo habrá de cesar ese estado. (El Sr. M:nistro de la Gobernación: Inmediatamente .)
Pero, perdóneme el Sr. Ministro de la Gobernación ; S. S. ha puesto una condicional . (El Sr. Ministro de la Gobernación: He puesto una explicación, no una condicional; o, por lo menos, como tal explicación he querido dar la de por qué no podía decir el día, el momento ; pero no he puesto una condicional . Mis palabras han tenido por objeto manifestar que es preciso que las cosas queden allí en situación tal, que no den lugar á que continúen persecuciones y causas ; dando á entender con esto claramente que lo que quería el Gobierno era que estuviera terminada esta primera parte de la acción de los tribunales para poder entonces dar por sosegada la población de la Coruña . )
Lo había éntendido bien, Sr . Ministro de la Gobernación, por eso no me satisfacía la respuesta .
¿Adónde vamos á parar con los racimos de causas que allí se han abierto, con los centenares de obreros que están en la cárcel, con esos procesos abiertos por los tribunales civiles y militares? ¿Por ese camino se va á esperar que termine el estado de guerra? ¿Por qué no ha de volverse al estado normal? Yo me atrevo á decir, y lo aseguro sin temor de que me desmientan, que todas las clases y partidos de la Coruña desean que vuelva allí la normalidad, por toda clase de razones morales, políticas y hasta económicas; porque se está causando un perjuicio manifiesto en este orden al pueblo de la Coruña.
El Sr: VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : El señor Ministro de la Gobernación tiene la palabra .
El Sr. Ministro de la GOBERNACION: Sr. Moret) : Dos minutos, porque la hora avanza. Uno sola consideración me va á permitir el señor Azcárate. Es fácil traspasar la meta cuando se discute, y sobre todo cuando se tienen las condiciones polemistas de S. S. Una pedrada, ¿por qué? Un ataque. ¿por qué? ¿Pero entonces cuál es el límite contra el desprecio de la fuerza pública que trae luego las hecatombes? ¿De qué manera se puede gobernar si se practica todo aquello que descalifica á la fuerza pública encargada de mantener el orden?
Hay que esperar, ¿á qué? El Código lo dice. Desde el momento que se procede á vías de hecho no hay necesidad de intimaciones ; la fuerza pública no puede salir á las calles sino para impedir absolutamente que se la desprecie, y se la rebaje, y se la ataque de esa manera.
Realmente, yo no quisiera hablar de estos sucesos ; pero yo he aprendido bien, en las veces que he gobernado, que en los momentos que se saca la fuerza pública á la calle, y se la pasea por ella, y se la vuelve al cuartel, y se deja que se confraternice con ella, se olvida aquel adagio que se grababa en los aceros de las hojas toledanas : «Ni me saques sin razón, Ni me envaines sin honor . »
¿Es que pudo haber en la Coruña alguien (porque al fin la fuerza no es responsable, sino el que la manda) que se excediera en el castigo? Pues qué, ¿no hay tribunales, y no hay la acción pública para reclamar? ¿No está el Gobierno dispuesto, como lo ha demostrado, á exigir las responsabilidades de ese género? Reconstituya el Sr . Azcárate un momento la escena : un piquete marchando, una orden marcial publicada, y detrás los grupos y las pedradas, sin distinción, al ejército y á la guardia civil, y la agresión á esa fuerza por todas partes ; valiera más cien veces quitarla de ese servicio que consentir su desprestigio.
Porque, Sr. Azcárate, piense S . S . : nosotros somos demócratas, nosotros hemos levantado una teoría que se ha aceptado en e5te país ; las ideas de 1869 están en los Códigos y van existiendo en las costumbres; hay que dejar hacer, hay que fiar en la libertad, hay que preparar la educación ; pero en el momento que se olvidan esas condiciones, en el momento que nace la alteración y se emplea la fuerza, entonces la democracia y la libertad están perdidas si no tienen una energía enorme para restablecer el orden.
Ese es nuestro Código, porque el título de la rebelión y de la sedición es tan completo y acabado que á mí me parece un modelo, porque deja una
absoluta libertad en la preparación de los hechos ; pero marca perfectamente las responsabilidades de todo lo que ha acontecido y prepara los hechos de suerte que se aprenda que, si es lícita la acción dentro de las leyes, es ineludible el castigo en el momento que esos hechos, producto de la libertad humana, han producido la violación del derecho de los demás .
Eso ha sucedido allí . Que los tribunales podían exagerar. Yo no lo sé . Su señoría ha leído eso que dice un telegrama ; yo supongo que el Sr. Azcárate no creerá todo lo que dicen los en telegramas y en las cartas. Yo no tengo medios de saber lo que está en sumario; no lo sabrá probablemente el Sr . Ministro de Gracia y Justicia; no sé si lo sabrá el de la Guerra ; yo por mi parte sé que las instrucciones en las cuales yo puedo intervenir, las que se han dado por el fiscal del Tribunal Supremo, son perfectamente ajustadas
á derecho é inspiradas en la doctrina democrática que acabo de exponer.
Señores Diputados, si otro fuera el criterio de la Cámara; si ésta entendiera que lo que procede es no sólo dejar hacer sino dejar extraviarse ; si fuera posible que saliera la fuerza á la calle, y que la empleáramos para en seguida hacer que se fraternizara con ella en las calles y que á través de eso naciera el desorden, entonces yo no sé cómo se gobernaría; yo, por lo menos, no aceptaría la responsabilidad del poder .
Una última consideración. He usado la palaba poder político en su sentido etimológico . Poder político es el poder de muchos que se organizan dentro de una colectividad ; ese es el que estaba organizado en la Coruña, y S . S. no lo puede dudar .
No discutamos si era bueno ó era malo; si estaba en los límites legales ó no; lo que demostró es que era poderoso y que podía paralizar la vida de la sociedad entera de la Coruña en un momento dado, y eso es lo que yo afirmo que no puede ser; eso es lo que yo afirmo que no se puede consentir; eso es lo que traerá siempre un choque y una lucha, como ocurrió en la Coruña en los días 30 y 31 de Mayo . (Varios Sres. Diputalos piden la palabra . )
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : El señor Paraíso ha pedido la palabra . . .
El Sr. PARAISO: Señor Presidente, tuve el honor de pedir á S . S. la palabra inmediatamente que, por virtud de un telegrama, se acusó aquí de rebelde á la Unión nacional .
Su señoría no ha tenido á bien concedérmela hasta este momento en que el pleito está fallado y de una manera justa. Por consiguiente, yo renuncio á la palabra, como no sea para decir al Sr. Ministro de la Gobernación que le doy expresivas gracias, porque al manifestar lo que ha tenido á bien decir respecto de la Unión nacional, no ha hecho más que un acto de justicia.
Ojalá, Sres . Diputados, que la inteligencia que atribuye el gobernador de Sevilla á la Unión nacional con la huelga de los obreros, fuera cierta, porque eso significaría de nuestra parte una autoridad sobre las masas obreras, autoridad que nosotros emplearíamos con más diligencia que el gobernador de Sevilla en restablecer la armonía é imponer el orden, tan necesario á la vida de la producción y del trabajo, y que emplearíamos también con cariñosa solicitud en favor de las clases obreras, porque la defensa de todo aquello que tienda á dignificar esas clases, y de todo aquello que tienda á mejorar las condiciones de su vida, es un compromiso contraído expresamente por la Unión nacional .
El Sr. LOMBARDERO: Señor Presidente, había pedido la palabra . . .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Falta un minuto para terminar las horas reálamentarias . Si S . S. va á rectificar en un minuto, se la concederé; si no, habrá que entrar en la orden del día .
El Sr. LOMBARDERO: En ese tiempo, no me es posible, Sr . Presidente .
El Sr. VICEPRESIDENTE (Rodrigáñez) : Se suspende esta discusión .
Diario de Sesiones – Congreso de los Diputados – Serie Histórica
- Legislatura 1901-1902
- Julio
- 12-07-1901. Nº 27 (de 515 a 551).










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