Bruno Alonso González, diputado socialista por Santander, participa nun debate a raiz da formulación dunha interpelación parlamentaria ao Goberno titulada “Represión por las autoridades en alteraciones de orden público”, na sesión do congreso dos deputados do 16 de xaneiro de 1934 en relación á represión brutal da folga revolucionaria de decembro de 1933 en Zaragoza e A Coruña.


Do contido de dita interpelación, entresacamos as referencias ao acontecido no noso país:
En La Coruña la represión empezó al día siguiente de haberse planteado el movimiento. El día 15 de Diciembre fueron detenidos en Betanzos José Fernández y Miguel Navarro, significados sindicalistas los dos, y el último empleado del ferrocarril Betanzos-Ferrol, Empresa Oeste, que no se sumó al movimiento, cumpliendo sus deberes hasta el punto de ocurrir su detención en la propia oficina del ferrocarril. Conducidos hasta un lugar denominado “Monte da Fama”, en la carretera de Betanzos a La Coruña, fueron allí abofeteados por el teniente de la Guardia civil Sr. Suances, a presencia de varios números, quienes a continuación les dieron de culatazos porque no declaraban dónde se encontraba la dinamita robada en las obras de la Electra Popular Coruñesa, José Fernández Crespo quedó allí tendido unas cuantas horas, hasta que, informados, fueron a recogerle su padre y un concejal de Betanzos, Sr. Novo, trasladándole a La Coruña en un coche para ser asistido y curado.
José Pereiro es un buen republicano que no tiene nada que ver con los anarcosindicalistas y que se gana la vida con una camioneta de su propiedad. Se le detiene por la Guardia civil, y por decir que no conoce a los revolucionarios se le lleva a la cuadra del cuartel. Allí se le golpea a culatazos, dejándole tirado hasta el día siguiente, en que se le conduce a la cárcel, teniendo que sostenerlo en pie porque apenas puede andar.
Cesáreo Méndez fué detenido en su propio trabajo y llevado al célebre cuartel de la Guardia civil. Lo maceran a golpes, y después de recibir cuatro soberbias palizas, este hombre, joven y fuerte, cae al suelo rendido, perdiendo el sentido, y para despabilarlo le echan luego unos cubos de agua, teniendo que declarar cuanto se le pide por temor a ser rematado.
Ernesto Santiso. Detenido en la cama. Se le lleva al cuartel, y una vez en la cuadra se le ponen las esposas y le dicen que tiene que confesarse autor del asalto al mencionado cuartel. Al negarlo con toda firmeza se le llena de vergajazos y culatazos, hasta lograr, al fin, arrancarle cuanto le piden porque su cuerpo está macerado, y aun simulan fusilarle.
A este obrero de la “Campsa” le he visto las huellas de tanto golpe, no obstante haber transcurrido veinte días de que fué maltratado.
Antonio Catoira, industrial del lugar denominado “Elviña”, de La Coruña. Fue cogido en su establecimiento por los guardias de Asalto, en unión de una docena más de vecinos que allí se encontraban. Todos ellos fueron maltratados, pero sobremanera el Antonio Catoira, que era, además, el alcalde de barrio.
Como nada podía declarar, porque nada sabía, arreciaron los culatazos, llegando, según se afirma hasta romperse una culata de fusil de tanto golpearles. Este alcalde de barrio estuvo sin sentido bastante tiempo, y al llevarlo después a la cárcel por no haber camas bastantes en la enfermería, hubo que sacar a uno de los presos para acostarlo a él por tener rotas varias costillas. Por este motivo parece que se sigue un sumario.
Otro de los martirizados es Francisco Varela, libertado después, como otros más, por no probárseles nada. Quiero hacer constar que a éste no he podido verlo. Me limito simplemente a transmitir a la Cámara lo que me han manifestado aquellos que dicen haberle acompañado. Así como a estos otros, de los cuales he hablado, los he visto, a este ciudadano no he logrado verlo a pesar de haberlo intentado.
Nilo Pena Veira es otro detenido al que se le exige que acuse a Cesáreo Méndez, y como se resiste a ello le dan tantos culatazos, que la sangre llega a empaparle la camisa y la Guardia civil le obliga a quitársela, trayéndole ellos otra nueva.
Un hecho que rebela la saña del Poder público y de sus agentes en la represión es el siguiente: el sindicalista Llerena, empleado del ferrocarril del Norte, formaba parte de un grupo que se supone intentara el asalto al cuartel de la Guardia civil de Oleiros, en cuyo lugar fue herido dicho Llerena por una bala de mausser que le atravesó un pulmón, abandonándole sus compañeros en la huída, a petición propia. Durante varios días se le buscó por la Guardia civil, y a los diez días lo encontró muerto un propietario al lado de la cerca de su finca, y según informes que he recogido sobre el terreno, además del balazo en el pulmón, recibido en el asalto a dicho cuartel, del resultado de la autopsia resulta que recibió otros dos, uno en el cráneo y otro en la barbilla, en dirección de abajo arriba, lo que indica que le remataron los que pretendían detenerlo.
En Oleiros se detuvo y se sacón de sus casas a viva fuerza a numerosos vecinos, golpeándolos bárbaramente. Entre estos detenidos se encontraba el juez municipal, quien al día siguiente de haberse hecho estas detenciones bajó a La Coruña para averiguar, sin conseguirlo, la situación de los detenidos, viéndose sorprendido ese mismo día, cuando, en unión de sus tres hermanos, vinieron a La Coruña detenidos como los demás, afiliados a casi todos al partido republicano de La Orga, envueltos en una maniobra del caciquismo radical que allí compite con La Orga, y en cuya maniobra sañuda se mezcla también el secretario del Ayuntamiento de Oleiros, así como el concejal del mismo, Fernando Castro, también de La Orga, y a quien se sacó de casa privándole del conocimiento a fuerza de culatazos, no obstante los gritos de su esposa y de su hija.
Según datos recogidos, puede afirmarse que de los 275 detenidos no llegan a dos docenas los que se han librado de los malos tratos, hasta el extremo de que si se abre expediente o información supletoria, no sería difícil encontrar en las diligencias del señor fiscal y de algún juez la consignación en el sumario de tales huellas, debiéndose comprobar eso en dicha información supletoria, valiéndose de la declaración que presten las autoridades, los empleados de la prisión, los interesados y cuantos quieran deponer en ella.
Me resta por señalar, por último, la diferencia de conducta seguida en la represión con el señor Ruiz del Castillo, vocal del Tribunal de Garantías, catedrático de la Facultad de Derecho de Santiago y presidente de la Unión Regional de derechas, en cuyo edificio explotó una bomba. Este señor, considerando que la guardia de Seguridad era más cobarde que las demás fuerzas, sin duda porque no hacían fuego y mataba a los enemigos de Acción Popular, dirigió a dichos guardias las mayores ofensas, hasta el extremo de que el juez no tuvo más remedio que detenerlo y decretar su prisión sin fianza (El sr. Gil Casares pide la palabra.); pero, al fin, coincidiendo con las presiones que se hicieron sobre el mismo juez interino por el Tribunal de Garantías y por el mismo Sr. Ruiz del Castillo, hubo de campar sin que nadie le molestara.
Es decir, que mientras se detiene y se martiriza a centenares de obreros inocentes, muchos de los cuales resultaron con las costillas rotas y con sus cuerpos macerados, los señores de la derecha, que azuzan la represión, pueden burlarse de todos, incluso de la República, sin que nadie se meta con ellos (Un Sr. Diputado: Eso no lo cree nadie.- Rumores.- El Sr. Presidente reclama orden.) Todavía no sois los amos; aún os falta un poco, y esperamos que no lleguéis a serlo.
Termino ya, señores. (Rumores.) Pues podría extenderme más y estar aquí hablando cuarenta y ocho horas, porque hay materia para ello. Termino afirmando que he tenido el gran interés y el gran empeño de ver personalmente a todos estos detenidos, muchos de los cuales, en la propia prisión me han descubierto sus cuerpos, en los que, después de veintitantos días (lo han visto mis ojos y eso no lo puede desmentir nadie, sin entrar ahora en la razón que pudieran tener los autores de ese movimiento), aún se aprecian las moraduras, las negruras que demuestran se les ha martirizado.

Diario de Sesiones – Serie histórica
Legislatura 1933-1935. 16-01-1934. Nº 22 (de 481 a 509).









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